Patrimonio artístico aragonés en el Museo del Prado
La responsabilidad cultural de los Museos estriba en cumplir con la función social de sus fondos artísticos, es decir, con la conservación de las obras de arte, el estudio e investigación de las mismas y una adecuada difusión mediante la exhibición en sus colecciones permanentes o en exposiciones temporales. Todo ello contribuye a incrementar el número de visitantes, que en el caso de los grandes Museos alcanza anualmente cifras millonarias, como es el caso de Museo del Prado, cuya excelente gestión le permitió en el año 2016 superar los tres millones de visitantes, la mayor cifra alcanzada en su historia hasta el momento.
Esta reflexión me parece necesaria y oportuna como pórtico a la amarga consideración sobre las obras de arte que procedentes de Aragón se guardan en sus colecciones. Debemos proclamar previamente que su conservación, estudio y difusión en el Museo del Prado es ejemplar y las convierte en obras de referencia y en eficaces resonadores culturales de las localidades aragonesas de donde proceden.
Pero ello no obsta para que desde Aragón recordemos la responsabilidad histórica que nos corresponde en la dispersión de nuestro patrimonio artístico. En la entrega anterior se consideraba la riqueza y diversidad de la pintura gótica aragonesa en las colecciones del Museo Nacional de Arte de Cataluña. Aunque cuantitativamente menor, sin embargo no cede en calidad la pintura gótica aragonesa conservada en el Museo del Prado.
Para su consideración he seleccionado la historia de dos obras emblemáticas: la gran tabla de santo Domingo de Silos, procedente de Daroca, y la tabla de la Virgen, procedente de Tobed.
El santo Domingo de Silos es la tabla principal (2´42 x 1´30 m.) del retablo encargado al pintor Bartolomé Bermejo en 1474 para la iglesia de su advocación en la ciudad de Daroca, y es pieza capital de la introducción del renacimiento flamenco en Aragón. Pero aquí interesa la peripecia de su emigración. La salida de Daroca de la tabla de santo Domingo de Silos, junto con otras piezas de la misma localidad, como la soberbia puerta mudéjar de la iglesia de San Pedro, con destino al recién creado Museo Arqueológico Nacional (en adelante MAN) en el año 1869 se debe a la frenética actividad desarrollada por el pintor Paulino Savirón Esteban (Alustante, 1827 – Zaragoza, 1890), que se incautó de las mismas, alegando su deficiente conservación.
Paulio Savirón había sido miembro y secretario de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Zaragoza entre 1860 y 1869, año éste último en que ganó por oposición una plaza del Cuerpo de Bibliotecarios, Archiveros y Anticuarios, con destino en el MAN, en el que se encarga de la adquisición de piezas y objetos para el mismo. Su actuación, más propia del ardor de un meritoriaje, fue muy contestada en Aragón siendo asimismo el responsable del traslado al MAN de los dos arcos islámicos desmontados del palacio de la Aljafería, que ahora han regresado en exposición temporal a nuestro palacio. El definitivo destino del santo Domingo de Silos en el Museo del Prado tuvo lugar en el año 1920, en el que se realizaron varios trueques de piezas entre ambos museos para una mayor coherencia de sus colecciones.
Si la tabla de santo Domingo de Silos es la historia de una incautación gubernativa alegando desidia de custodia y de conservación, la de la Virgen de Tobed constituye el oscuro relato de una venta eclesiástica por parte del párroco a fines del siglo XIX, con una rotunda denuncia civil desde el ayuntamiento. La Virgen de Tobed (1´61 x 1´17 m.) es una pintura al temple sobre tabla, atribuida a Jaime Serra y datable hacia 1375, la titular del retablo de la Virgen en su iglesia mudéjar de Tobed y una obra clave de la pintura italogótica aragonesa.
Según las investigaciones realizadas por Victoria E. Trasobares Ruiz, que permanecen inéditas, todo parece indicar, aunque no se haya podido corroborar, que esta tabla de la Virgen salió de la localidad de Tobed entre el 1 de agosto de 1898 y el 15 de marzo de 1901, periodo de tiempo que corresponde al mandato como cura ecónomo de Carlos Cerdán, sobre cuya actividad se conserva una elocuente documentación en el Archivo Diocesano de Tarazona.
La tabla reapareció muy pronto en el año 1908, en la Exposición Hispano-Francesa de Zaragoza, como propiedad del coleccionista Román Vicente de Zaragoza. Un siglo más tarde y tras varios cambios de coleccionistas, desde el 16 de diciembre de 2013, ha reaparecido en la sala Várez del Museo del Prado, junto con otras obras de la donación realizada por José Luis Várez Fisa, su último propietario y coleccionista, con la que se ha enriquecido notablemente el patrimonio de arte medieval del Museo.