andalán 50 años » II. Des-velando Andalán » 2.3. Historia
Una segunda etapa, también llena de (otras) tensiones
Aunque los problemas de la anterior etapa fueron enormes, en especial la lucha por las libertades, la democracia, la izquierda, en esta que iba yo a dirigir no faltarían problemas graves, sustos, tristezas, y eso sin aludir aquí a las cuentas, siempre en rojo. Asumí la dirección respirando fuerte, llevaba ya tres años en el equipo y sabía cómo funcionaban las cosas, y cómo las queríamos cambiar, mejorar.
En 1977 la evolución social y política obligaba a que Andalán no pudiera seguir basado en las mismas estructuras de su nacimiento. Cumplidos unos años de periodismo de trinchera, había que introducir cambios: pasar a ser semanario, para seguir mejor la actualidad; profesionalizar más el trabajo de la redacción; una nueva configuración de los contenidos. Y para ello era necesario darle una estructura económica y empresarial, manteniendo la independencia, con la creación de una sociedad anónima. Lo anunciamos así, en el último quincenal:
“El próximo 6 de mayo estará ya en los quioscos y en manos de nuestros suscriptores el primer semanario que, puntualmente, estará en la calle todos los viernes. Estamos trabajando para que el periódico mejore sensiblemente. Vamos a hacer un nuevo ANDALAN, conservando todo lo que de positivo hemos ido alcanzando hasta ahora. Queremos llegar a muchos miles de aragoneses mas – para ello hemos mejorado nuestra red de distribución y vamos a realizar una pequeña campaña de propaganda. Pero la mejor publicidad es la que pueden hacernos nuestros actuales lectores, a los que pedimos su colaboración. Manteniendo lo positivo, pero mejorando la maquetación, AND ALAN va a aumentar a veinte el número de sus páginas. Esto, unido a otros gastos que la nueva concepción del periódico y su periodicidad van a suponer, nos obliga a subir a 25 pesetas el precio del ejemplar: pero ANDALAN va a seguir costando prácticamente la mitad que la mayoría de los semanarios españoles”.
Estos cambios provocaron un profundo debate interno y, en marzo de 1978, siete de los iniciales fundadores de Andalán prefirieron desvincularse. En sucesivos números del periódico se publicaron los distintos puntos de vista sobre esta ruptura del grupo inicial, que fue vivida con tristeza pero con determinación de seguir adelante. Se comenta en otra parte.
En política, atendimos a la evolución de los partidos, en especial PSA y PSOE, PCE, pero también de los que estaban a su izquierda. Su evolución, crisis, pactos. En el 112, mayo de 1977, con el que comenzó la nueva etapa, ante las elecciones, titulamos “Tenemos a quien votar”. Y se pedía el voto, sobre todo el voto. Porque “Sabemos perfectamente a quién no debemos votar: a la tecnocracia, a los regadíos eternamente postergados, a las cuentas turbias, al Aragón vacío, al Teruel muerto, a la especulación del suelo, a la Zaragoza madrastra regional, a la Huesca colonizada, a los niños sin escuela, al Plan Jalón casi ni empezado, al Butano de Utebo y a las centrales atómicas en el Valle, a la agricultura abandonada o a la Industrial Química, a la evasión de capitales o al desastre de Mercazaragoza”.
Publicamos los reparos de Emilio Gastón a la Constitución, sin embargo defendida y mejorada por Lorenzo MR en el Senado. Las elecciones generales y luego las municipales, el lento paso hacia la autonomía y la marcha hacia el Estatuto (jul 81) También sobre la derecha, como las duras críticas a Román Alcalá, a la sazón presidente de la DPT.
Un tema recurrente fue, para los aragoneses y por lo tanto para nosotros, que el Gobierno quería hacer el trasvase del Ebro a Cataluña y Levante. Conseguimos filtrar el texto de un capítulo del borrador del Libro Blanco sobre el agua, que revelaba inequívocamente los criterios favorables al trasvase del Ebro de la UCD, y lo ofrecimos en rigurosa exclusiva nacional (nº 144, de diciembre de 1977).
Otro tema que no terminaba de resolverse, o lo hacía lenta y perezosamente, era la organización de España en comunidades autónomas. En Aragón, como si fuera un premio a nuestras obsesivas insistencias, fue impresionante la Manifestación pro autonomía del 23 de abril de 1978, con más de cien mil personas inundando felices y esperanzados el paseo de la Independencia. Con el título “Al fin te veo”, pueblo de Aragón, Andalán informó de la exteriorización de sentimientos que suponía la marcha: “Salimos a dejar bien claro que no nos conformamos y que queremos una autonomía de verdad, plasmada en un Estatuto que deberemos hacer entre todos…”. (nº 162, de mayo de 1978).
Sin duda el hecho más grave de los que ocurrieron en la segunda etapa, que me tocó dirigir el semanario, fue el pleito con Sancho Dronda, director general de la Caja de Ahorros. Andalán se había ocupado en varias ocasiones de temas relacionados con la Caja, principal centro de poder económico de la región, criticando la falta de transparencia y las especulaciones inmobiliarias e interesadas. Pero lo que provocó la furia del Director General fue el artículo «Sancho Dronda y el claqué. La trastienda de la Caja», en que, además de criticar la gestión de la Caja, se aludía a su trayectoria personal, con apelativos como “Capo» y «trepa». Eso fundó una querella y el procesamiento mío, como director, y de José Luis Fandos, autor del artículo, Entendiendo que se trataba de una querella política y de un claro ataque a la libertad de expresión, fueron masivas las reacciones de apoyo a Andalán de los partidos de izquierda y las fuerzas populares aragonesas.
Otro de los pasos lentos y desesperantes era la tardanza en conceder una grande, generosa amnistía. En 1978, aún tuvimos que sacar un editorial en estos términos: “la concordia nacional, imprescindible base del futuro, pasa necesariamente por la amnistía. Se llama amnistía. Una amnistía que no sólo libere a los presos políticos y permita regresar a los exiliados, sino que equipare políticamente a todos en el disfrute de los derechos públicos y políticos reconocidos en toda auténtica democracia y posibilite su ejercicio en libertad”.
Nuestro mayor lujo fue la edición de un gran número extra 200 (12 al 18 de enero de 1979), en el que colaboró casi todo el mundo, cada cual en su principal especialidad. Junto a los periodistas de la casa (Granell, Marcuello, López-Madrazo, etc.), los humoristas (Lahuerta, Maistral, Zabaleta y Azagra) y los cantantes (Labordeta y Carbonell ya en lugares de éxitos, Bosque), estaban los profesores (Biescas, Germán, Fatás, Eloy, Forcadell, etc.) y los profesionales de diversas direcciones (Grilló, Gaviria, Lasala, Conte, Estevan, Delgado). Era lo que se dice echar la casa por la ventana.
Pero, junto a ese despliegue, según costumbre, no faltaban los duros análisis, porque
(…) resultó que la libertad no llega por decreto. Que las crisis no se solucionan de un plumazo. Que estamos condenados a seguir de lejos la utopía, a discutir honestamente cada día y cada noche, a empeñarnos en ser todos compatibles, a ser todos necesarios y útiles. Los pueblos, los barrios, los pantanos, las ideas, los marginados, la calle y el desvertebramiento de Aragón seguían ahí, casi como antes, con más cauces que antes pero con un camino ahora más desesperante porque todo avance tiene un precio y la libertad no había llegado del todo. Seguimos siendo un poco aguafiestas, bastante Jaimitos, no tenemos remedio. Pero no hay repuesto todavía y hay que seguir. Por eso seguimos.
Para, como nos exigía la profesión, denunciar dos semanas después: “En Alloza comienza la explotación salvaje del carbón: Endesa a cielo abierto”. Y aclarábamos que esa empresa nacional, propietaria del complejo minero-eléctrico de Andorra (Teruel), iba a proceder al desmonte de más de 200 hectáreas de terreno del término municipal de Alloza (Teruel) con el fin de poner en explotación una mina de lignito a cielo abierto, que sería la más grande de las existentes en Aragón de esta modalidad. Los fallos técnicos en el montaje de la Central Térmica, en la puesta en marcha de los tajos rusos de las minas de ENDESA, la escasa calidad de los carbones extraídos hasta la fecha y las dificultades que ponen los agricultores del Bajo Aragón para el paso de una rama del gaseoducto Bilbao-Barcelona hasta la Central Térmica”. Un tema recurrente, hasta hace unos días, en que esa empresa ha destruido las torres emblemáticas que han dominado la economía de la comarca.
Pronto, la gran prueba, en un territorio la mitad de cuya población se concentraba en la capital, Zaragoza y, en definitiva también suponía acercar la decisión a lo local, comarcal, provincial, fueron decisivas las Elecciones municipales de 1979, tras las cuales nuestro buen amigo Ramón Saínz de Varanda fue elegido Alcalde de Zaragoza, el primer alcalde socialista por primera vez en su historia. El número 213 de Andalán, del 13 al 19 de abril de 1979, titulaba “Hemos ganao”, con una gran foto en que aparecían Ramón Saínz de Varanda (PSOE), Gonzalo Borrás (PCE) y Paco Polo (PTA), que encabezaban el triunfo de la izquierda en el Ayuntamiento.
Y seguimos, junto a lo habitual de un periódico (noticias, editoriales duros, entrevistas, cultura, laboral, etc.) no faltaban los debates teóricos, en los que la mayoría, salvo algunos profesores, estábamos algo más verdes. Todavía con nosotros aunque anunciaba su marcha, Carlos Royo-Villanova escribía en mayo del 79 sobre “El gran capital y el sector público”, advirtiendo:
Un capitalismo que controla los resortes del poder económico de la sociedad y que sabe que a la larga -pese al triunfo electoral de la UCD, defensora de sus intereses- una democratización creciente del Estado le va a ir privando de su monopolización del poder político, ha de procurar necesariamente por todos los medios a su alcance -y son muchos- limitar al máximo la potencia económica que permitiría una eficaz actuación de las Administraciones Públicas.
En esta etapa se abordaron bastantes temas tabú hasta entonces, o muy polémicos, con la consiguiente repercusión social y política. Hurgamos en los misterios de la fundación Cuenca Villoro, seguimos la vida, polémicas y lenta agonía del PSA, y la fusión de una mayoría con el PSOE. Otras fusiones en la izquierda (PTA y ORT) y cómo el PCE acaba levantando cabeza. En lo personal, la muerte de Tomás Muro, tan querido amigo. Dimos varias vueltas al cristianismo y su casi imposible diálogo con el marxismo. O las entrevistas a emigrantes en Barcelona que puntual nos mandaba el escritor altoaragonés Ramón Gil Novales.
El verano del 13 al 29 de junio, pusimos en marcha una experiencia absolutamente única en el periodismo español: diecisiete miembros de la Junta de Fundadores recorrieron más de seiscientos kilómetros para recoger las opiniones y críticas que nuestros lectores hacían al semanario en 19 ciudades de Aragón, Madrid y Cataluña. El resultado a nivel de asistencia fue sólo aceptable -acudió algo más del 10 por ciento de nuestros suscriptores-; sin embargo, no pudo ser más positivo en cuanto a calidad de los encuentros. Andalán es hoy quizá el único periódico que sabe cómo opinan sus lectores a través de contactos directos y personales. Como le pasa al Barça, se ha demostrado que nuestro semanario es “más que un periódico.”
A mediados de septiembre de 1979 cumplíamos siete años… en la más absoluta precariedad, aunque nunca le había faltado a Andalán un puñado de hombres y mujeres capaces de sacar adelante el empeño. Yo estaba muy quemado, necesitado de un horizonte diferente, más abierto. Soñábamos ya con un diario, que aún tardaría bastante. Y mientras tanto, fui preparando mi aterrizaje en el gabinete de prensa del Ayuntamiento, como mano derecha del alcalde. Una experiencia ciertamente distinta, que también tuvo sus dificultades.
Me apresuré a anunciar un nuevo relevo, el segundo, en la dirección del periódico, que dejé en manos de Luis Granell, un periodista íntegro, muy trabajador, con mucho dominio del oficio. Detrás, para arropar, había muchos aragoneses, miles de aragoneses, y otra vez, una vez más, la terrible conciencia de que no se puede exigir milagros a nadie, que el milagro es que todavía quede esperanza, que la haya, que no sea un espejismo.
La etapa, muy densa aunque relativamente corta, la resumí en una entrevista que me haría Eloy en el nº 395, 1 de enero de 1984, y que titulaba: “Mi vida ha ido, en cierto modo, paralela a la historia de esta tierra”.