andalán 50 años » II. Des-velando Andalán » 2.5. Intrahistoria
«Lo dice El Andalán, y eso va a misa»
Soy lector de prensa casi desde que tengo memoria. En casa de mis abuelos, que estaban suscritos a la Nueva España, el diario del movimiento en Huesca, empezó todo. Me gustaba recorrer las columnas de las cuatro páginas tamaño sábana y mientras mi abuela trajinaba en los fogones leía en voz alta los titulares hasta que me decía que siguiera con el texto de alguna noticia, generalmente en la sección local.
Supe de Andalán prácticamente desde el principio, y se fue haciendo camino en medio de una vorágine de revistas juveniles, todavía algunos tebeos y los primeros acercamientos más o menos serios a la literatura. Eran los años del bachillerato y en los Salesianos, adónde acudía de mala gana, un pequeño núcleo de resistentes y esforzados anticlericales tempranos, leíamos Andalán como si fuera prensa clandestina, producto prohibido, oxidante socavador del régimen y portador de artículos de fe: «Lo dice El Andalán, y eso va a misa».
Emergía más tarde entre ejemplares de Triunfo, Por Favor y números de Quimera o Camp de l’arpa. Se mezclaba con hojas volanderas firmadas por decenas de grupos y organizaciones que predicaban –predicábamos– revoluciones casi imposibles, boletines rojos, panfletos aviesamente entintados por la multicopista al servicio de la causa… Siempre aparecía Andalán, como la llama inextinguible, el faro de un aragonesismo presente y necesario, aunque algo ajeno al internacionalismo del fin de la opresión que a muchos nos corría por las venas. Crecí en las asambleas, batallas nunca ganadas y algaradas en las calles, y ahí estaba impertérrito Andalán. En la carpeta de apuntes aguardaban sus páginas el momento de hacerse presentes en el bar, entre el humo denso, la cerveza de barril o el tinto.
Durante muchos años el cartel de la calavera atómica que denunciaba un Aragón de centrales nucleares y trasvase del Ebro estuvo colgado tras la barra de una mítica y entrañable taberna desaparecida en el también fenecido Tubo de Huesca, Chiquito. No puedo evitar asociar las militancias y la cabecera de la revista con aquella imagen en blanco y negro, con un tiempo de aprendizaje y compromiso, de periodismo en vena y verdades como puños que traían aroma de libertad y democracia. Cierzo para aventar la caspa y hacer historia.