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Huesca y el Alto Aragón en Andalán

Artículo publicado en el Diario del Alto Aragón el sábado 10 de agosto de 2013 con motivo de San Lorenzo

 

En una tarde suave, cálida, de comienzos de junio, presenté en la plaza de López Allué, en la Feria del Libro, mi segundo tomo de memorias, «Los años de Andalán (1972-1987)», ante un público de mu­chos compañeros de las luchas y esperanzas allí recogi­das (los Gari, los Nagore, Dueñas, Fernan­do Alvira y Pilar Alcalde, Pepa Sán­chez Va­lles, Luis Llés y otros periodistas, el biólogo Cu­chi, María y J. Luis Martín-Retortillo… Un gozo abrazarles, comentar cosetas, dedicar libros.

 

– Después de Zaragoza, Huesca fue el lugar con más suscriptores, seguida por Jaca y Monzón –

 

Evoqué cuántas de esas páginas con­tienen claves altoaragonesas. Desde la presentación en Aínsa, donde revivía los valles Ánchel Conté, con crónica de Julio Brioso. Comenzar en el Sobrar-be era elegir un pasado más popular y entrañado que San Juan de la Peña, optar por caminos menos transitados y tópicos.

Miembros de Andalán fueron San­tiago Marracó, Lorenzo y Josete Mar­tín-Retortillo, Aurelio Biarge (y amigo y colaborador su hermano Fernando), Manuel Porquet Manzano y su hijo Jo­sé Manuel, José Ramón Marcuello; y colaboraron Joaquín Coll en Barbas-tro; Julio Gavín en Serrablo; Julio Arri­bas en Sigena; los hermanos Paco y Félix Carrasquer; José María Hernán­dez Pardos, el gran periodista literano; y con querencias en Echo, los Gastón; en Ansó, los Mainer; en Jaca, los Ca­rreras y Marisa Bailo y Ángela Abós; en Ayerbe y Selgua los Ubieto; en Cas-tejón de Monegros, Jesús Vived; La-bordeta y todos itinerantes por todo el territorio.

Apoyaron y simpatizaron, desde el obispo Oses y el entonces juez deste­rrado en Huesca, Jiménez Villarejo, a un gran número de amigos. Después de Zaragoza, Huesca fue el lugar con más suscriptores, seguida por Jaca y Monzón. Además, se vendía en kios­cos de Barbastro y Sabiñánigo. Y se anunciaba Pepe Falcón, del Somport de Jaca. Entre los primeros suscripto-res, vuelvo a recordar al doctor Artero, de cuya mano llegaron (pagadas por él) muchas suscripciones; y al indus­trial Fernando Alhajar, el historiador Federico Balaguer, el ajustador J. Ma­nuel Béseos, el empleado de Correos Pablo Betés; el maestro Miguel Bona; el estudiante Julio Brioso; los aboga­dos León Buil y César Escribano, el pe­riodista Juan Antonio Foncillas, que sería director en Huesca de Heraldo de Aragón (luego de Nueva España) a quien conociera en Madrid, en la Escuela de Periodismo; Car­men Gallego; el perito industrial Vicente Gargallo, la estudiante de Barbastro María Pilar García Guatas (hermana de Manolo y luego esposa de Ángel Gari); el propio Angel ya licenciado en Letras, pronto importante an­tropólogo; el «industrial» Pedro Lafuente, escritor y recitador de celebrados cuentos aragoneses; el empleado Vicente Laglera; José Lan-au, director del Banco Central; Ángela Martín, catedrática de Literatura; Án­gel Sanagustín, industrial y director de una galería de arte; el perito industrial Vicente Sierra; la química María Pilar García de Paso, hermana de Francisco, profesor del Instituto.

Mucha solidaridad en los problemas. Como el secuestro del n° 46 (agosto de 1974), con páginas especiales sobre Huesca y una portada de Layus im­presionante, demasiado obvia para los censores, que mandaron secues­trar. Y nuestra recepción al despista­do Sender. La Universidad, con tantos profesores y alumnos oriundos de es­tas tierras altas (entre éstos, Ana Alós, alcaldesa de Huesca). Los cursos de Verano en Jaca. Los cantautores Ana Martín, Valentín Mairal y la Ronda de Boltaña. El folklorista Ángel Vergara. Los hermanos Saura.

 

– Muchos amigos se volcaron con nosotros cuando me tocó visitar la cárcel de Torrero –

 

Nueva España, que se financiaba con pérdidas pequeñas, sabría adaptarse lentamente a las nuevas circunstan­cias, como empresa privada participa­da y cambiando de formato desde el San Lorenzo de 1974. Entre los cola­boradores recuerdo al crítico de arte Félix Ferrer, los historiadores Antonio Duran Gudiol, Federico Balaguer, Do­mingo Buesa, J. Brioso, V. Baldellou; los escritores Pedro Lafuente, Aurelio Biarge, Luis Gracia Vicien, Bizén d’o Río.

Muchos amigos se volcaron con no­sotros cuando me tocó visitar, -aún vivía Franco, claro-, la cárcel de To­rrero, acusado de llevar precisamente a Huesca, a unos estudiantes comu­nistas que huían de la policía. Los úl­timos demonios asomaron la oreja en aquella azul Nueva España, que afir­maría, con absoluta falsedad: «Como ya se dijo oficialmente, su detención no es consecuencia de su actividad pe­riodística, sino, al parecer, por haber­se hallado en su domicilio propaganda subversiva» (No la tema, pero además ¡no hubo el menor registro!).

Las llamadas y cartas, de Borderas, Blecua, Carrasquer y tantísimos otros, fueron el bálsamo de contrapeso.

El 21 de febrero de 1984 compró en subasta la Nueva España una sociedad encabezada por la Diputación de Hues­ca que presidía Carlos García, con Saúl Gazo como consejero delegado y José María Pisa como gerente, y en 1985 in­auguraba el ya Diario del AltoAragón un moderno sistema de offset. Su di­rector, Antonio Angulo, realizó una buena labor (que le agradeció la socie­dad oscense al jubilarse en 2011), y en 1989 se incorporó como director ge­neral José Manuel Porquet, un anda-lanero, mejorándose la presentación y aumentando el número de páginas. Cuando, a mediados de diciembre de 2003 se presentaba en Huesca un li­bro que recogía sus mejores artículos en Heraldo de Aragón, cuya edición allí dirigió Porquet, José Luis Martín-Retortillo escribía un cálido elogio del amigo muerto y recordaba el encuen­tro en que les presenté, allá por abril de 1974, en la Granja Anita.

Muy buena relación tuvimos con las pequeñas publicaciones comarcales como La Voz del Bajo Cinca, de Fra­ga, que cerró pronto, pero seguían el veterano El Pirineo aragonés, Ecos del Cinca y El Cruzado aragonés, que al­canzaría su n.° 3.000 en la primave­ra de 1977, y donde siempre contamos con un buen amigo, Ramón Martí, has­ta su muerte, en 1990 a los 53 años, tras una larga enfermedad; fue un gran pe­riodista, autor de cientos de artículos en varios medios y colaborador de la UNED y las semanas culturales de Bar­bastro.

También contaban los amigos políti­cos: Mariano Constante, Sixto Agudo y su mujer, Ángeles Blanco, gran al­caldesa comunista de Alcampel, bio­grafiada por Irene Abad; los socialistas Jaime Gaspar, Marcelino Iglesias; libe­rales comq León J. Buil, J.A. Escudero, Chano Retortillo, etcétera; compañe­ros del PSA, además de Santiago Ma­rracó, primer presidente electo, J.A. Biescas, Francho Nagore. Y las eleccio­nes municipales, con alcaldes como el de Fraga, Paco Beltrán, Joaquín Salu­das en Monzón y más tarde, Elboj en Huesca. Y las luchas contra el trasvase, las nucleares…

Y los libros que escribí o dirigí. Y quedan en el tintero historias, recuer­dos, que incorporar en un tercer tomo, si hay tiempo y energías: el costismo, el Instituto de Estudios Altoaragone-ses, los grupos comarcales de cultura, las raíces y honduras del aragonesismo…