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Los tebeos en Andalán

El verano del 80 sería, o así y no es porque no hubiera asuntos que tratar o de los que dar cuenta, que no hay más que repasar la colección, pero a alguien se le ocurrió que podríamos escribir sobre tebeos, al director seguramente, y allí que nos lanzamos (L. Pueyo y yo), disputándole a un veterano periodista que se quería apropiar del tema esa posibilidad, y aunque no estaba en mi carácter pelearme, esa vez no cedí. Y allí que fuimos; me dieron un paginón y les hablamos de tebeos a los lectores del ANDALÁN. La cosa quedó bien; además del texto, ilustraciones del Blueberry, el Corto Maltés, la Valentina de Crepax, el Camelot del Príncipe Valiente, y el texto, que se leyó al menos nuestro competidor y nos dijo “bueno, bueno, pues es verdad que sabes del asunto”. A partir de ese momento teníamos (el Pueyo y yo) una tarea semanal: presentar lo que nos gustaba, y había cantidad de material.

En aquel tiempo las revistas compraban casi de saldo materiales muy amortizados en el extranjero y nos inundaban de todo lo que nos habíamos perdido por la puñeta de la censura y, quizá, la ausencia de iniciativa para sortearla. Y es que, a rebufo de la incipiente libertad de publicar cosas, los tebeos se metieron en las revistas y las revistas en los kioskos mayoritariamente, y en las tiendas especializadas (una en Zaragoza entonces) que todavía no era tiempo de que la cultura de masas se expendiera en otros sitios; las secciones especializadas en librerías se harían esperar.

 

 

El proceso de edición de un tebeo (comic, novela gráfica, literatura dibujada, narrativa gráfica, band dessinée, fumetti,…) es el siguiente, en general, lo era en los países con una cierta cultura de la narrativa gráfica: el autor va publicando planchas – o sea páginas- en la revista que le acepta, lo que le da para ir comiendo un poco y cuando la historia termina, si ha tenido aceptación, que la editorial sabe olfatear el asunto, sale en álbum. Como la revista también es de la editorial es asunto queda redondo. Pero no se crean ustedes, el tebeo en los ochenta en España movió su buena pasta, pues el friki no nace, se hace, o así. Posteriormente el asunto dio un bajón, como la emoción de lo nuevo en general en España, y los editores espabilaos y demás no guardaron para la vejez y la cosa cambió. Pero el placer que produjo recuperar materiales solo al alcance de quienes viajaban fuera, no nos lo quitó nadie. Un atracón. Y así fueron las páginas de tebeos (cómic, poníamos) inicialmente en ANDALÁN, que no podíamos poner a parir nada porque ¡nos faltaba tanto por leer! El Pueyo y yo teníamos gustos amplios pero encantados con los materiales franceses e italianos; los belgas (tintines y demás) no los tuvimos en la infancia, los disfrutamos entonces; tuvimos una niñez abundante en Flash Gordon, El hombre enmascarado, Principe Valiente, Rip Kirby o Mandrake (sólo entre los americanos), y desde Pumby, DDT, Pulgarcito y el TBO, pasando por las Hazañas bélicas, el Roberto Alcazar, el Capitán Trueno, Jabato, Espadachín enmascarado, El Cachorro, Guerrero del antifaz,…, lecturas amplias, ya digo, pero entre estos y aquéllos, no hay color, nuestro gusto tiraba más a aquellos. Entre medio triscamos lo de la Editorial Novaro de Méjico que, de un día para otro, paso de 12/14 pesetas (imposible para nuestras economías) a 5; no sabíamos lo que era la inflación, el cambio de divisas, ni falta que hacía, y leímos desde La pequeña Lulú al Supermán, el Batman, los vaqueros que luego sabríamos que procedían de la televisión estadounidense (Red Rider, Roy Rogers, Hopalong Cassidy, el Llanero solitario, …), y otros de procedencia hispanoamericana como “Vidas ilustres” o “Vidas ejemplares”, que nos sirvieron para descubrir desde los escenarios del “Martín Fierro” a las siete Troyas de Schliemann. Y mucho más. Y cada crío su educación sentimental, pero la nuestra tiraba hacia las grandes narraciones y nos hicimos con lo que no era popular en nuestro entorno.

Si se repasan artículos de entonces (no se ocupen, no lo he hecho ni yo, bueno, sí, uno) puede comprobarse lo que disfrutamos. A finales de los setenta, en Francia, conviven cantidad de revistas entre juvenil y adulto, de Pilote a Metal Hurlant y aparecen, además A SUIVRE Y CIRCUS, ambas dedicadas al comic adulto, y aquello fue el cuerno de la abundancia, se recupera Hugo Pratt, entran Tardi, Bourgeon, Bilal, Giardino, y tantos otros, mientras en España crecen las revistas (Cimoc, Cairo, Rambla…) y se desarrollan grupos y nombres que perdurarán tras el éxito del momento. La Cúpula, en Barcelona, y su Vívora, revista que llegará a casi los trescientos números (voy de memoria); la escuela valenciana, con extraordinarios dibujantes entre la línea clara y las mayores fantasías,… y los madrileños, que se echaron al lujo con el “Madriz”, a costa del Ayuntamiento, y del que han perdurado ilustradores y pintores como Ceesepe, Ana Juan, Javier de Juan,…, y los que desconocemos, en nuestra cruel ignorancia (de Pueyo y mía). Todos los nombres deben tomarse con carácter enunciativo y no limitativo, que se dice en otros lenguajes.

 

 

Y en esto llegó Melendez, que se encargó de escribir de tebeos desde el 85 y que nos hizo disfrutar de unos magníficos textos y de informaciones de primera mano. De estos sí que hemos releído con gusto. Alfonso, que es uno de los grandes de la ilustración y un lujo para ANDALÁN.

Tuvimos suerte. Aprendimos a seleccionar lo bello y aborrecer lo horroroso en la infancia, por eso pudimos ofrecer al lector lo que nos había emocionado. Un placer. Y a la vejez nos persiguen superhéroes (Marvel) a los que no prestamos atención entonces, que no la merecían, y si comparamos los primeros salones (Barcelona ochenta y algo) con los de ahora, preferimos la sorpresa de lo nuevo en aquellos al friquismo adolescente que domina los últimos. Ya no entramos en el manga, pero pueden ustedes disfrutar de los excelentes materiales que se dibujan hoy, no diremos que en España o fuera, porque no se puede vivir dignamente trabajando solo para un país. Hay maravillas en las tiendas, y en las bibliotecas. A pasarlo bien, como entonces.