andalán 50 años » IV. Algunos nombres propios

LOSANTOS, Toni

Teruel, 1960

Ha querido el azar de la literatura que coincidiéramos el último viernes de febrero un colaborador de Andalán de las primeras horas y este lector impenitente de las letras turolenses. Clemente Alonso Crespo acaba de publicar Me va a atrapar la noche, Juan Rulfo, que nos devuelve a un Teruel rural y sufriente, en la antesala del vaciamiento tan mentado ahora.

De aquel Teruel también partió, como tantas, mi familia, en los primeros setenta, hacia la próspera Cataluña. El nacimiento de Andalán me pilló joven y lejos. Luego me licenciaría en Filología Hispánica en la Central de Barcelona, donde me había dado clase un aragonés universal, José Manuel Blecua, pero Aragón no pasaba para mí de una referencia distante, acaso más sentimental que conceptual. En 1992, que fue año olímpico, concursé y obtuve la plaza en Teruel, en el viejo instituto en el que todavía ejerzo, el entonces Ibáñez Martín (hoy Vega del Turia).

Era el instituto histórico, con su honrosa nómina de profesores, que se habían hecho a esas hermosas vistas como yo me estaba haciendo tres décadas después. Pero ignoraba casi todo, de lo que ellos hicieron o de lo que Teruel hizo con ellos. Muy poco había navegado por las densas tintas de Andalán. Recordaba algún artículo viajero de Clemente Alonso –del que después, hasta el presente, he sido gozoso lector–, algún suelto de Carlos Luis de la Vega, textos de Forcadell, de Mainer, de Rosendo Tello. Quise ponerme al día, pero me fui más atrás, a los sesenta, y creo que ya me quedé en las prosas de Valdivia y los poemas, impagables, de José Antonio Labordeta: Las sonatas, Cantar y callar, 35 veces uno.

El Teruel que se asoma a esos poemas –a la deriva ya entonces–supongo que está de algún modo en la génesis de Andalán, o al menos en las mentes de los jóvenes intelectuales que andaban por aquí, un poco como misioneros en tierra hostil, perdóneseme la expresión.

Siempre he pensado, y espero no estar equivocado, que aquella hégira alcanzó una suerte de gozne en el artículo del número 200 (enero de 1979) en el que la vívida memoria de Labordeta evocaba la ascensión a Javalambre: imaginaba yo a toda esa tribu regeneracionista subiendo a un alto, como los personajes románticos, para contemplar desde arriba el mundo de los sueños y de las incomprensiones.

En ese mundo llevo tres décadas. Me ha interesado lo turolense –¡incluida la leyenda de los Amantes!–, Eloy Fernández Clemente me confió unas cuantas voces de la Gran Enciclopedia Aragonesa, he publicado un par de guías, he organizado cursos y eventos, he colaborado en la prensa, incluida la crítica literaria semanal y la columna de opinión en Diario de Teruel, tengo por ahí algún artículo de investigación, o de viajes por estos paisajes hermosos y olvidados, incluso me atreví en una ocasión con un libro de relatos. He frecuentado en el aula la poesía «turolense» de José Antonio Labordeta, aderezada a veces con textos de Andalán, de él y de otros.

Ahora pertenezco al consejo de redacción de la revista Turolenses, que pronto cumplirá sus veinte entregas. Quizá periódicos y revistas no sean más que hojas volanderas, pero cincuenta años después aquel Andalán con el que sigo en deuda se arremolina en la memoria. Y vive.

Toni Losantos Marzo de 2022