andalán 50 años » IV. Algunos nombres propios

ORTÍZ OSÉS, Andrés

Tardienta, 1943-Zaragoza, 2021

Niñez feliz en Tardienta, problemática adolescencia, estudios intensos y tensos en universidades hispanas y extranjeras, aprendiz y pronto doctor en diatribas, profesor muy querido en Deusto. Amante de símbolos, contrastes, gestos. En su entorno, aunque muchos ya amigos entre nosotros, hemos ido conociéndonos con otros lejanos en tiempo o espacio, desde Garagalza a Bergua, que le han estudiado o entrevistado en espléndidos diálogos.

Escritor prolífico, dominador de los mil intríngulis del lenguaje, con divertidos y reflexivos retruécanos y trucos. Estudioso de nuestro genial Saputo; autor de una ramoniana obra aforística que sigue tanto la tradición popular como los nombres de Marcial o Gracián, los Argensola o –Andrés dixit- el mismísimo Escrivá de Balaguer. Y, sobre todo, Hermeneuta, es decir, comadrón que ayuda a nacer ideas, sentimientos, sueños. Sus reflexiones sobre el mito y duende de la España acorralada, amores portugueses, y alguna mirada a la Europa “cretense, ateniense y cristiana”. Y, claro, la enorme digestión teológica le lleva a reinterpretarlo casi todo: a Dios, el impensable, rebuscando en el enigma de la trascendencia, frente al moderno nihilismo; la fratria de origen cristiano y profano. De ahí su lección ante la muerte, que a todos nos espera, y ha estado esperando y asumiendo adelantándote con entereza. Sobrevivir es toda una decisión, “aquí yazgo”, nos dice en un sobrecogedor poema. El duelo de existir como experiencia profunda de la vida, el homo patiens que no llora, pero implora amistad y compañía.

Heredero de Gracián y Molinos, fue muy leído, querido, disfrutado en nuestros días. Lo que es mucho, tratándose de un filósofo, un gran ensayista, un escritor prolífico, festivo, estimulante como pocos. Que se despedía de los amigos a fines de septiembre porque, explicaba: “tengo que atender más mi enfermedad, pero ya os enviaré de vez en cuando algunas noticias sobre la cultura, que es mi divertimento serio”.

Contradiciéndose, una o más veces al día mandaba sus textos a los amigos, y cada vez más ha ido del aforismo (“jaculatorias de un rosario laical”) al poema, muy quevedesco. Ama y se vuelca en sus grandes temas filosóficos y antropológicos (citando a Buda, Spinoza, Heidegger y Habermas, Gadamer y Cioran, Mann y Florenski, Voltaire y Unamuno), en lo vasco y lo aragonés (siempre bajo la sombra de Gracián y Goya, la “diosa madre” del Pilar y San Jorge, Pedro Saputo y Miguel Labordeta), bases de su identidad; y sobre España y Europa, cultura y barbarie, fútbol y modernidades.

Recurre mucho a Dios, un dios muy personal rozando heterodoxias. Pero lo que más le preocupa es el amor y la amistad con todas sus variables. Recurre al concepto de fratiarcado, al que dedica muchas páginas, venga a darle vueltas. La fratria, en la que ejerce de hermano mayor, contando alrededor varias docenas de compañeros, receptores de sus envíos.

Ha publicado un buen manojo de todo, ordenando (difícil tarea) sus opúsculos, poemas, reflexiones, ditirambos, en libros en que junto a la profundidad reina la voluntad de estilo, la claridad, la belleza. Fue objeto de varios homenajes, siempre divertidos, siempre llenos de amistad y bromas.

Este viejo amigo, este Ferlosio aragonés (mas más amable), merece un gran respeto.

Fuente: andalan.es,  20/02/18, 14/09/18 y 21/06/21