andalán 50 años » IV. Algunos nombres propios

SANTAMARÍA, Ricardo L.
Zaragoza, 1920-Prayssac, 1913
Pintor y escultor, también teórico del Arte, será miembro del Grupo Zaragoza y, como sus compañeros, defensor de la independencia creativa. Discípulo en parte del Grupo Pórtico, arrancará siempre del expresionismo abstracto. Con formación que nace de la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza, amplía sus estudios en el Ateneo Obrero de Barcelona. Nace como pintor el año 1947 y, como sus compañeros Sahún y Vera, poseía -según afirma Antón Castro en Heraldo, con motivo de la antológica que se le realizó en el Palacio de Sástago- “una gran carga expresiva y una atmósfera un tanto tenebrista que evolucionará hacia un arte más luminoso”. En la misma crónica se afirma:
La verdadera creación no lleva la marca de las corrientes a la moda o de los uso vigentes, no le interesa lo inmediato, lo perecedero o lo transitorio. Es silenciosa y anónima, humilde y sin pretensiones y, desde luego, siempre huye de los montajes publicitarios. El arte es asunto del alma.
Habrá quien recuerde la exposición que llevó a cabo en el Mixto-4 de Zaragoza, ese centro de efervescencia cultural y pedagógica, con una pintura metafísica y abstracta, con pliegues y repliegues que parecían aludir a las tormentas del alma. Evolucionará de una etapa figurativa, en línea con el postimpresionismo y el cubismo, hasta la abstracción. Sus relieves, que recuerdan a los realizados por Juan José Vera y Daniel Sahún, consistirán en tiras de madrea que sitúa sobre fondos monocromos. Como variante, nos explica Manuel Pérez-Lizano Forns, acaba paneles que policroma y quema para obtener composiciones de indiscutible belleza.
Viajará por distintos países de Europa y, desde 1967, en el que se disuelve el Grupo Zaragoza, fija su residencia en París con un taller propio, dedicándose preferentemente a esculpir. En Gommecourt funda la asociación ‘L’Arbre de L’Epte’, en la que trabaja al margen de las estructuras comerciales.
Sin embargo, la mayor difusión de su obra tendrá lugar en coincidencia con la Escuela de Zaragoza. Se producen en esos años de los sesenta del pasado siglo exposiciones importantes en las que participó como la de la Dirección General de Bellas Artes de Madrid, Fundación Gulbenkian de Lisboa, París, Beirut, Damasco, etc. Se convirtió en verdadero activista cultural y así su ‘Manifiesto de Riglos’ fue un revulsivo para las jóvenes generaciones. Rememora aquella época en una publicación de los setenta que titula ‘El grito del silencio’.