andalán 50 años » IV. Algunos nombres propios

SERRANO AGUILAR, Pablo
Crivillén, 1908 – Madrid, 1985.
“A pesar de ello, no faltaron momentos de desaliento superados, muchas veces, gracias a la oportuna carta de Pablo que nos venía a recordar que la lucha seguía valiendo la pena. Desde su perspectiva de artista universal, afincado además en Madrid, veía incluso más claro que nosotros, que ANDALÁN tenía una misión que cumplir.” Luis Granell dedicaba estas palabras a Pablo Serrano en el número especial que Andalán editó en enero de 1986 con motivo del fallecimiento del escultor. La amistad que compartía con sus colaboradores y la afinidad intelectual que les unía constituyeron la base del vínculo que Serrano mantuvo con Andalán, donde protagonizó páginas en forma de artículos y noticias sobre su carrera. Además, Serrano fue un activo colaborador: realizó ilustraciones para algunos de sus números, participó en la carpeta de obra gráfica editada con motivo del 10º aniversario de Andalán (en otra posterior también colaboraría la pintora, y compañera de vida, Juana Francés) y donó una escultura múltiple con el fin de aliviar la situación económica del periódico. Desde la amistad, desde el compromiso y desde la creación artística el escultor forma parte de la historia de Andalán.
Pablo Serrano Aguilar debe ser recordado como uno de los creadores aragoneses más internacionales y protagonista de la renovación de la plástica española en la segunda mitad del siglo XX. Estuvo presente en grandes acontecimientos artísticos, desde la fundación de El Paso en 1957 a su participación en la histórica New Spanish Painting and Sculpture, celebrada en el MoMA en 1960, así como la Bienal de Venecia, donde representó a España en su edición de 1962. A ello se suman un sinfín de exposiciones en la arena artística nacional e internacional más prestigiosa, como la Fundación Calouste Gulbenkian (1980), el Middelheim Park de Amberes () o el Guggenheim de Nueva York donde, un mes antes de su fallecimiento, inauguraba su última individual.
Formado en las Escuelas Salesianas de Sarriá y con una primera etapa profesional desarrollada entre Argentina y Uruguay (1926-1955), Serrano regresa a España en 1955 por la puerta grande, al obtener el premio de escultura de la Bienal Hispanoamericana ex aequo con Ángel Ferrant. Lo que en principio es un retorno temporal termina convirtiéndose en algo definitivo que trae consigo un giro radical en su trayectoria creativa. Serrano se introduce en la creación artística de vanguardia con la serie de los Hierros, su primera experiencia abstracta que nace a la vez que las Interpretaciones al retrato en las que trabajó a lo largo de toda su carrera y que le convierten en uno de los mejores retratistas españoles del siglo XX. Su trabajo se caracteriza por la sucesión de series en las que investiga nuevas soluciones plásticas que le permitan traducir al lenguaje escultórico las inquietudes, necesidades y esperanzas del ser humano, de ahí que con frecuencia se haya subrayado el humanismo de su obra. Ritmos en el espacio, Quema del objeto, Bóvedas para el hombre, Fajaditos, Hombres bóveda, Hombres con puerta, Unidad Yunta etc son algunas de sus principales series, en las que habla sobre la ausencia, la búsqueda de un espacio protector, los excluidos o la necesidad de comunicación y encuentro con el otro. Más que vigente, la suya es una obra imperecedera al hablar de la realidad y la complejidad del ser humano, un interés que compartió y cultivó con Juana Francés. Como acertadamente acuñó Manuel García Guatas, Pablo Serrano es el escultor del hombre.
De hecho la producción de Pablo Serrano no debe entenderse al margen de la Literatura, que jugó un papel relevante,por un lado, como fuente de la que se sirvió para desarrollar alguna de sus series y, por otro, por haber sido para Serrano objeto de creación artística per se. Como el barro que modelaba con sus manos, la palabra escrita ocupó un lugar preferente en la vida y obra de Pablo Serrano; lector, persona que escribía y de la que escribía, amigos de literatos y, por supuesto, escultor que hizo de la literatura. Retrató a no pocos de ellos, destacando las “cabezas” de Miguel Labordeta, Camilo José Cela, Nicolás Guillén o Juan Antonio Gaya Nuño. A otros los inmortalizó a través de la escultura en la esfera pública, una de las disciplinas en las que Serrano trabajó intensamente: Miguel de Unamuno, Benito Pérez Galdós y Antonio Machado.
palabra para alcanzar la que fue la mayor de sus máximas: el perenne anhelo de comunicación con el otro.
M.ª Luisa Grau Tello
Facultativa Superior de Patrimonio Cultural
IAACC Pablo Serrano de Zaragoza