12/07/2017

Inventar el futuro. Poscapitalismo y un mundo sin trabajo

 

 

 

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El concepto de “hegemonía”, entendida  como un “sentido común”  significa que un grupo instaura una determinada visión del mundo, que se convierte en horizonte universal de toda una sociedad. La hegemonía permite que un grupo guíe y gobierne a una sociedad sobre todo mediante el consenso, tanto activo como pasivo, en lugar del uso de la coerción, aunque esta última no está descartada, si hay que neutralizar la rebeldía o la insumisión. Hoy la hegemonía neoliberal es total y asumida por la socialdemocracia, de ahí su debilidad actual. ¿Será la antesala de  su extinción?

 

El  neoliberalismo implantado a mitad de los años 70  no hubiera sido posible sin un largo y concienzudo trabajo previo de construcción de un discurso, con un ideólogo, un lugar y una fecha concretas: Hayek, Mont-Pelerin y 1947.  En sus orígenes el neoliberalismo era una teoría marginal. A sus seguidores les resultaba complicado encontrar empleo y eran objeto de burlas por parte de la corriente predominante “hegemónica” del keynesianismo. El neoliberalismo no es una realidad eterna, es contingente. Predomina hoy, pero mañana puede entrar en declive. Como el capitalismo o el comunismo. Corren malos tiempos cuando hay que demostrar lo obvio. La gran derrota de la izquierda es la asunción de que el neoliberalismo es lo que hay, y ante el cual no queda otra opción que la resignación o tratar de  humanizarlo. Esto último es imposible ya que lleva en sus entrañas la destrucción de todos aquellos valores que ennoblecen al ser humano: la solidaridad, la empatía, la justicia, la tolerancia, el respeto, la fraternidad, la dignidad…

Hoy existen algunos intentos políticos de luchar contra el neoliberalismo. Totalmente fallidos. Nick Srnicek y Alex Willians en su libro Inventar el futuro. Poscapitalismo y un mundo sin trabajo hablan de política folk. Multitudes protestan contra la austeridad, pero siguen los recortes brutales. O contra la desigualdad, pero el abismo entre los ricos y los pobres se acrecienta. Las luchas alterglobalizadoras; grupos antiguerra y ecológicos; huelgas estudiantiles, el Occupy y el 15-M, las mareas tienen  características comunes: aparecen rápido, movilizan a muchas personas y, sin embargo, terminan por palidecer generando un sentimiento de apatía, melancolía y derrota. Nadie cuestiona la necesidad de su irrupción pero los efectos son mínimos por lo que al sistema escasamente le inquietan, incluso le sirven para presentarse como una democracia auténtica. En una palabra, la política folk carece de herramientas para derribar el neoliberalismo. Como mucho supone un alivio temporal y momentáneo.

 

Para los partidos políticos de centro izquierda su radicalismo se reduce a sueños nostálgicos de una socialdemocracia y de la llamada “edad de oro” del capitalismo. Mas,  las condiciones hoy ya no son las mismas. Esa “edad de oro” del capitalismo estaba basada en un entorno fabril disciplinado, donde los trabajadores (blancos, varones) recibían seguridad y un estándar de vida básico a cambio de una vida aburrida. Y represión social. Dependía de una jerarquía internacional de imperios, colonias y periferia subdesarrollada; una jerarquía nacional de racismo y sexismo; y una jerarquía familiar de subyugación femenina. Por otra parte, la socialdemocracia se apoyaba en un determinado equilibrio de fueras entre clases, prestas a transigir y fue posible tras la destrucción de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial y por la amenaza externa del comunismo. Este régimen es imposible de recuperar hoy, ya que las circunstancias son otras.

 

Desde la izquierda debe construirse un discurso alternativo contrahegemónico suficientemente ambicioso e ilusionante para la gran mayoría, en el que no pueden  faltar sus dosis de utopía. Renunciar a la hegemonía supone abandonar la idea de ganar y ejercer el poder; y también perder la fe en el terreno de la lucha política.  La historia nos enseña que muchas ideas, que en un principio parecían utópicas, una vez aplicadas dejaron de serlo. Ejemplos: matrimonio de homosexuales, el aborto, el voto femenino, la jornada laboral de 8 horas…Por ello, para que unas ideas puedan ser aceptadas en un futuro hay que ponerlas encima de la mesa y defenderlas con convicción. Voy a citar algunas de ellas, en torno a las cuales se podría construir ese discurso. Una necesidad imperiosa de un replanteamiento total de la cuestión energética, construido en energías limpias y renovables y abandono de las contaminantes. Una apuesta decidida por el avance tecnológico basado en la robotización, automatización y digitalización. Disponemos hoy de suficiente tecnología para prescindir de la mayoría del trabajo humano y a la vez producir cantidades cada vez mayores de riqueza. La reducción por la tecnología de la demanda de la mano de obra, posibilitaría la propuesta del acortamiento de la semana laboral, que ha sido siempre, salvo hoy, defendida por la izquierda. Sin embargo, estamos observando que la tecnología en lugar de servirnos para incrementar nuestro ocio,  las jornadas laborales son cada vez más largas y con sueldos más reducidos. Y es así porque  el aumento de la productividad beneficia exclusivamente al capital. Y por último, la propuesta sin ambages de una renta básica universal, que proporcionaría a todo ser humano   la autonomía, sin la cual la libertad no es posible. ¿Cómo se financia? Desaparición de paraísos fiscales, reformas fiscales en profundidad. Y por supuesto una auditoría de la deuda pública. ¿Habrá que saber cuál es su origen? Y si es ilegítima no se paga. ¿Tenemos que pagar los españoles los 20.000 millones de sobrecostos de la construcción del AVE? ¿O los 35.000 millones de los Programas de armamentos? ¿O los 1.500 a Florentino por la plataforma Castor? Mas, cualquiera medianamente avispado puede apercibirse que la deuda es el mecanismo del sistema neoliberal para tener pillados a todos los Estados. Hay que pagar la deuda. Eso es un dogma. Pues no es un dogma, hay que pagar la que sea legítima. Claro eso requiere coraje político.

Como conclusión, si no ponemos encima de la mesa opciones o propuestas como las planteadas, el socialismo va a la hecatombe irremisiblemente. Ya sé que es difícil hacer frente a la hegemonía neoliberal. Pero hay que cambiarla. ¡Que bien lo supieron hacer los neoliberales! Por eso, estamos en una auténtica encerrona. Sin futuro. En todo caso un futuro sin futuro: paro, precariedad, pobreza, injusticia, exclusión, diferencias abismales de riqueza, destrucción del Estado de bienestar, etc. Lo grave de esta imposición del neoliberalismo, es que aun reconociendo todos que es altamente nocivo, ha conseguido que renunciemos a cualquier alternativa aunque sea moderada del socialismo. No hay alternativa. ¡Cómo que no hay alternativa! Si no la hay cerremos el Congreso, anulemos las elecciones, pongamos unos informáticos en el Ministerio de Hacienda para poner en práctica las órdenes del BCE. Por cierto, al frente de la Comisión Europea está el luxemburgués Juncker, que convirtió a su país en un paraíso fiscal. ¿Por eso llegó a presidir la Comisión?