11/07/2014

Marruecos: la atracción del desierto

Marruecos es un país de grandes atractivos, cuya visita detenida exige mucho tiempo, dada su diversidad. Junto a las cuatro ciudades imperiales (Marrakech, Fez, Meknés y Rabat) hay otras poblaciones como Essaouira, junto al mar, que merecen disfrutar con sosiego sus distintos ambientes, costumbres, tesoros artísticos, sabores y olores.

 

Marrakech / foto: RSA

Marrakech / foto: RSA

Pero el viajero inquieto es normal que se sienta atraído por llegar al desierto, que ejerce una cierta fascinación y que la imaginación presenta como una infinita extensión de arena, un austero paisaje de grandes horizontes y dunas bañadas por el sol.

Las rutas hacia el desierto tienen su mejor punto de partida en Marrakech, ciudad cosmopolita y, al mismo tiempo tradicional, de visita obligada, llena de sugerencias y lugares inolvidables, como su plaza Jemaa el-Fna, su mezquita de Koutoubia, sus palacios, sus parques y sus zocos.

El viajero, preferentemente en un todo terreno, se dirige desde allí a cruzar el Atlas por el paso de Tichka (2.260 metros de altura), para iniciar la ruta de las antiguas kasbahs y visitar Telouet, Ait-Benhaddou, Ourzazate y Taourit.

Los ksour (ksar en singular) y las kasbashs, muestras de la arquitectura bereber, son antiguos pueblos fortificados construidos a partir de la tierra, con adobes y tapias de barro y arcilla. En su interior, se concentran grupos de viviendas y de servicios colectivos, rodeados de murallas de las que sobresalen torres de vigilancia. Esas formidables arquitecturas, al estar expuestas a la lluvia, van sufriendo su deterioro, salvo en los contados casos en que se asume su conservación y restauración. En contraste con esas construcciones de tierra, la ruta está jalonada por el verdor de los oasis, con pequeños huertos, frutales y palmerales y sus minúsculas acequias.

 

Ait-Benhaddou / foto: RSA

Ait-Benhaddou / foto: RSA

 Ait-Benhaddou es una de las kasbash más bellas y mejor conservada como conjunto y permite deambular por su interior. Ourzazate es ahora una ciudad moderna, rodeada de bellos paisajes. Todo su entorno ha servido muchas veces de escenario para el rodaje de películas (Lawrence de Arabia, La joya del Nilo, El cielo protector, Gladiator, El reino de los cielos).

Valle del Draa / foto: RSA

Valle del Draa / foto: RSA

A partir de Ourzazate pueden escogerse dos rutas –hacia el sur o hacia el este—con destino al desierto. En dirección sur, la carretera discurre por Agdz y el valle del rio Draa, que da vida a los cultivos de los poblados y viste de palmeras su ribera, entre más de cuarenta kasbashs de aspecto monumental, hasta llegar a Zagora, puerta del desierto. A su entrada, un cartel señala en qué dirección se encuentra la ruta a la mítica Tombuctú y la distancia para llegar a ella: 52 días a lomo de dromedario.

En Zagora hay una animada actividad, se ofrecen productos de la zona y expediciones para internarse en el Sahara. Desde allí puede emprenderse el camino del desierto y pernoctar en una jaima, entre el silencio, matizado por el viento que mueve la arena, y la claridad del inmenso cielo estrellado.

Valle del Dadés / Foto: RSA

Valle del Dadés / Foto: RSA

Otra ruta, llena de interés, es la que, desde Ourzazate parte hacia el este, siguiendo el valle del Dadés. Permite llegar a las impresionantes Gorges del Todra y del Dadés, gargantas y profundos desfiladeros entre altas rocas que emparedan el lecho de los ríos, y, tras recorrer kilómetros por un territorio árido muy escasamente poblado, llegar al inmenso palmeral de Tafilalet y a la ciudad de Erfoud, donde se puede pernoctar antes de alcanzar la zona de las dunas de Merzouga.

Adentrarse por la noche en el desierto desde Erfoud, permite disfrutar de un espectáculo glorioso: ver amanecer desde la cima de alguna duna, contemplar como la bola de fuego del sol va apareciendo y cambiando el colorido de la gran extensión ondulada de arena infinita.

 

Dunas de Merzouga / Foto: RSA

Dunas de Merzouga / Foto: RSA