03/01/2016

Las penas del joven Werther

Johann Wolfgang Goethe

Traducción de Isabel García Adánez

Ilustraciones de Rosana Mesa

Editorial Sexto Piso. Madrid, 2015

155 páginas

 

wertherLeí Werther a los dieciocho años, en la vieja edición del catedrático de Barcelona José María Valverde. Debo confesar que mi edad condicionó aquella primera lectura. Esa mezcla de incertidumbre hacia el futuro, desconexión con la realidad, ausencia de preocupaciones y abundancia de tiempo característicos de la adolescencia;  contribuyeron a que  Werther fuera para mí una experiencia total, más allá de lo literario. A menudo me daba la impresión de que el personaje de Goethe saltaba de las páginas del libro y me hablara directamente.

Hoy, pasados los cuarenta, cuando comienzo a releer aquellos clásicos que me impresionaron antaño, he escogido la nueva edición de Sexto Piso, con los bellos dibujos de Rosana Mesa y la cuidada traducción de Isabel García Adánez, para tratar de reeditar el placer lector de hace veinte años, a sabiendas de que mi perspectiva de la obras habría, sin duda, cambiado.

Tal vez resulte prolijo repetir que Johan Wolfgang Goethe publicó Las penas del joven Werther en 1774 a los veinticinco años; que al poco tiempo se convirtió en un bestseller europeo; que muchos jóvenes vestían levita de terciopelo azul marino y chaleco amarillo emulando a Werther y se produjo una oleada de suicidios achacables a la influencia de la novela.

Más allá del mito, mi duda al comenzar la relectura del clásico era si el relato epistolar de un joven –Werther– que se quita la vida por amor, ante la imposibilidad de poseer a una mujer virtuosa –Lotte–, me  resultaría hoy insoportablemente romántico o, por el contrario, le encontraría un nuevo significado más afín a mi forma de pensar actual. La respuesta, por suerte, es esta última. Desde la madurez, leo Werther más como una novela psicológica que como una novela de amor: la de un hombre hipersensible y obsesivo que va tejiendo en torno suyo una tela de araña en la cual termina por asfixiarse.

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Ilustración de Rosana Mesa

El texto, traducido con brillantez, sigue caracterizando a nuestro héroe hasta el punto de hacerlo real. Para lo cual el autor obvia los acontecimientos exteriores. Omite nombres, lugares, anécdotas cuyo relato no resulte necesario para mostrarnos la evolución de los sentimientos de Werther. Rosana Mesa tiene el acierto de convertir a los canarios en leitmotiv de sus dibujos. En una célebre escena, un canario besa los labios de Lotte y come de ellos migas de pan, convirtiéndose en metáfora de los sentimientos de Werther: bellos y en extremo frágiles. El canario es por lo general un animal enjaulado, pero en presencia de la amada el animalillo vuela en libertad.

Son los sentimientos, pues, los únicos protagonistas del relato. Goethe los expresa del modo más cercano y simple, a través de las cartas que escribe Werther a su amigo Wilhem, con un lenguaje cuidado pero sencillo al mismo tiempo. Tal vez ese sea el secreto de su éxito. En las últimas páginas, las cartas de Werther son sustituidas por el relato directo de Wilhem, quien nos muestra a su amigo en tercera persona como un ser enajenado, enfermo de sensibilidad, para, de este modo, relatar su trágico final.

Un magnífico regalo de Reyes para gozar de este gran clásico de la literatura universal.