José Domingo de Mazarredo, ilustrado, militar y afrancesado
José Domingo de Mazarredo Salazar fue un destacado ilustrado marino vasco, protagonista en la agitada época naval de finales del siglo XVIII y principios del XIX, llegando a tener altas responsabilidades en el gobierno de José Bonaparte al final de su vida. En este artículo nos acercamos a su figura, capital en la historia de la marina española.

(Bellier, Museo Naval de Madrid)
Mazarredo nació en Bilbao en el año 1745. Ingresó como guardiamarina en 1759, comenzando a formarse como uno de los marinos españoles más importantes de su tiempo por su preparación científica y militar e imbuido del más genuino espíritu ilustrado. Participó en varias expediciones científicas y militares por el Pacífico y el Atlántico. De su ágil pluma nos han quedado las siguientes obras: Rudimentos de táctica naval (1776), Colección de tablas para la navegación (1779), Lecciones de Navegación para guardiamarinas (1790) y las Ordenanzas Generales de la Armada Naval, que se publicaron en el año 1793. Esta última obra es fundamental en la historia de la organización de la marina española. Mazarredo coordinó un equipo para su elaboración y estuvieron en vigor durante muchísimo tiempo. Con algunas de sus acciones, además, contribuyó a la creación del Atlas Marino.
Mazarredo no sólo dedicó su tiempo a la ciencia y a la organización militar, también participó en destacadas acciones de guerra. No olvidemos que le tocó vivir los enfrentamientos protagonizados por Inglaterra, Francia y España por el dominio del mar desde los tiempos de Carlos III hasta los de Napoleón. Estuvo en el ataque a Argel de 1775 y en el bloqueo de Gibraltar, que duró desde 1779 hasta 1782. Durante la Guerra de la Convención, ya en la época de la Revolución Francesa, participó en las campañas del Mediterráneo.
Sus problemas comenzaron cuando se firmó la Paz de Basilea. Mazarredo no estaba de acuerdo con la política que seguía Godoy y fue apartado de sus responsabilidades. Algunos autores piensan que aquí, en 1795, comenzó a fraguarse su afrancesamiento. Muchos ilustrados empezaron a ver cómo las reformas se paralizaban o no se profundizaba en ellas. En ese caldo de cultivo debemos entender cómo muchos de ellos terminaran por aceptar la solución francesa de José Bonaparte como un medio para reformar España sin caer en los supuestos peligros de la Revolución pero, tampoco, en el anquilosamiento de los más reaccionarios.
Mazarredo fue enviado a Cádiz, donde se destacó en su defensa frente al ataque de Nelson en el año 1797. Desde esa acción marchó con la escuadra hacia Brest. Mazarredo no estaba de acuerdo con la política naval de Napoleón. El emperador lo retuvo en París durante un tiempo y presionó al gobierno español para que le cesase en su responsabilidad como jefe de la escuadra. Eso no sería obstáculo para que posteriormente el emperador recomendase a su hermano que le incluyera en su gobierno. Napoleón sabía apreciar la valía de los hombres, aunque se le enfrentasen. Madrid se plegó y envió a Mazarredo a Cádiz de nuevo en 1801. Y allí se desesperó porque comprobó que no se atendía adecuadamente a la armada. Mazarredo presentía el desastre que recaería sobre la marina española unos pocos años después. Como no deseaba ser cómplice del mismo consiguió que se la autorizase a marchar a Bilbao en 1802. Dos años después sufrió la inquina del gobierno y fue desterrado a Santoña y a Pamplona.
El rey José I le nombró director general de la Armada en 1808. En esta responsabilidad Mazarredo prestó un último servicio, que los navíos de El Ferrol no fueran enviados a Francia.
Nuestro protagonista falleció en Madrid en 1812.