La mirada de los peces
Sergio del Molino
Literatura Random House. Barcelona, 2017
210 páginas
Contaba Ricardo Piglia en “Los diarios de Emilio Renzi” que mientras escribía una novela le resultaba arduo concentrarse en la lectura de otra. La inmersión en un mundo de ficción –el propio, mientras se escribe– dificulta adentrarse en otro distinto. Tal vez por ese motivo, desde que comencé a escribir la novela que ahora me ocupa, he leído principalmente ensayos, poemas, diarios, cuentos; en general obras breves que me permitieran entrar y salir de ellas con una cierta comodidad.
Hoy hago una excepción para escribir sobre “La mirada de los peces”, el libro que he leído durante el fin de semana. Sergio del Molino encarna el paradigma de la narrativa actual que más me interesa: una narrativa donde se mezcla el relato con otros géneros literarios: el ensayo, la lírica, el diario, la autobiografía… En el epílogo a “La mirada de los peces” el autor sentencia: “Cada recuerdo es una ficción y cada ficción se transforma en recuerdo”.
Ese estilo, esa mezcla de géneros es lo que buscaba y he encontrado en “La mirada de los peces”, un relato que versa sobre la figura de Antonio Aramayona, profesor de secundaria discapacitado, periodista y activista político que decidió poner fin a su vida en 2016, tras anunciarlo públicamente y prestarse a filmar un programa de televisión a cargo del periodista Jon Sistiaga. En su condición de exalumno y amigo de Aramayona, Sergio del Molino participó en este programa, cuyo relato en la novela añade a la misma una dimensión de representación de la realidad vivida y narrada.
Desde el inicio, la historia adopta la forma de unos diarios, porque el autor, mediante un procedimiento metaficcional, da cuenta de cómo la va escribiendo “en unos cuadernos” que se acumulan sobre su mesa, junto a libros de Camus, Safranski, Nietszche, Ramón Andrés, Al Álvarez, Pinker y Bourdieu, que le sirven de inspiración al texto.
Hay una interesante reflexión en torno a una de las películas míticas de mi generación: “El club de los poetas muertos”, y a su protagonista, Robin Williams. Al principio el autor denuesta a ambos, por considerar burguesa y complaciente la filosofía del “carpe diem” de John Keating –profesor a quien interpreta Williams–. Antonio Aramayona fue un “John Keating” zaragozano, con una diferencia, los alumnos del barrio de San José de Zaragoza: “estábamos hechos de carpe diem. Antonio venía a hacer algo mucho más peligroso: dilatar el tiempo y el espacio, inocularnos una conciencia de poder (…) Pocos se dieron cuenta, confundidos con la retórica del club de los poetas muertos, de que Antonio había venido a hacer de nosotros unos terroristas”.
La alusión al terrorismo es, obviamente, metafórica. Lo que el autor quiere expresar es que la rebeldía de Aramayona era profunda y genuina, frente a la de Keating, más bien decorativa y biempensante. Sin embargo, John Williams vuelve a aparecer en el que quizá sea el momento más epifánico de la novela, aquel en el cual Amarayona dedica a Williams –que acababa de suicidarse– un artículo sobre la eutanasia. Es en este punto en el cual Del Molino pone de manifiesto el verdadero parecido entre ambos personajes: “Williams (y Aramayona) compartían un método y el mismo gusto por el teatro improvisado. Para Antonio el suicidio de Robin Williams era un acto de libertad supremo”. Y concluye que ambos tenían la facultad de “hacer eso que está reservado a unos pocos (…): inspirar a los demás (…)”.
Esta última frase, de la página 95, parece contener el germen de todo el libro, novela de formación del autor, el cual encuentra en el maestro su fuente de inspiración para crear el relato, caracterizado por una narrativa torrencial que parece avanzar de modo azaroso en torno a los temas que trata, alternando capítulos presentes con capítulos del pasado, procedentes de la adolescencia y juventud del autor-narrador: lecturas, músicas, ideas políticas, religiosas, sociales… Todo ello con gran sabiduría narrativa.
En conclusión, con independencia de que uno comulgue o no con la ideología o la personalidad de Antonio Aramayona: el hombre que se apostó durante dos años a diario frente a la puerta de la Consejero de Educación; el activista político; el agitador, etc. «La mirada de los peces» de Sergio del Molino tiene un valor literario evidente, que es intrínseco y ajeno al tema tratado.