Sentido y Sensiblidad
Permítanme los lectores el uso de este célebre título de Jane Austen, dos siglos nos contemplan, para hablar de amigos poetas (Teresa Agustín y Miguel Ángel Yusta) y asuntos y personas igualmente sensibles (Katia Acín, Pilar Bayona).
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La poetisa turolense Teresa Agustín publica en las PUZ “Caolín y rojo”, un breve y precioso libro sobre su Teruel recordado, “regresando por el camino de la infancia”. Esa básica Tierra de los Mansuetos, “descalza y mía”… “donde a veces habita solo el viento y solo habla”. “Tierra seca de cerezas tempranas” y donde vibran colores y palabras: “como campo de azafrán lila en la amanecida”. Teresa busca por los pasillos fríos recuerdos desvanecidos, su madre, la casa que vendió, junto a sueños, ruidos, alma, “el aire viejo”… y va “al encuentro de antepasados y viudas”. Y evoca la Cuesta de Javaambre, la calle de Dolores Romero, camino del cementerio. Y, por extensión, todo el territorio patria chica: “Somos, aragoneses, hechos de adjetivos sin sombras y a golpe de tambor rompemos horas y segamos tiempos”. Quiere ver llegar a “los cien mil elefantes por el Somontano”. ¿Serán los Hijos de San Luis, nefastos? Porque se siente, “como todos los españoles, mecida entre la utopía y el silencio”.
El tiempo ha pasado sin remedio y ella escribe, ante lo inevitable: “pero ya no soy la otra. Tengo miedo”. Por ello, aunque asegura que volverá a esa tierra roja, se teme: “terminaré sola, muy sola, mascando ortigas”. Pero, en fin, “me hiela el aire de tro tiempo, pero sólo él me cobija”. Y por eso, asegura, “escribo un libro para volver a ser la que fui”. Es este, en fin, un pequeño libro de descomunal sentido y sentimiento. Destaco el poema, de resonancia machadiana, “Cuna”, que comienza confesando también: “Yo nací en una dictadura cuna”, para terminar: “Sin noticias del dictador, ya todos han muerto”.
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Miguel Ángel Yusta, otro viejo amigo, ya en el camino a la vejez, que lleva con garbo físico y mental, ha escrito dos grandes poemarios de amor: la pérdida y el ¿inútil? recuerdo. Hubo primero un momento de “Des-Concierto” (La Fragua del trovador) que es un libro anterior no presentado ni comentado aquí, por ello. Luisa Miñana aduce en su prólogo que la poesía no lo precisa, pero señala agudamente sus tempos musicales, tan querida la gran arte por el poeta, su poema a un viejo coche y otros aciertos. Hay en el libro quejidos por una separación reciente, evocando un cuerpo que sabe a noche y navega vibrante por las oscuras aguas del deseo, descendiendo por la escala del miedo, hacia el ocaso en despedida tras tanto amar, viaje ya sin meta. Los recuerdos quedan en blanco y negro, nombres, ciudades, lugares, naufragios en silencio, cenizas hacia la templada muerte. Y aforismo en que se desperza el verso, y un decrépito poeta, “cansado de nadar contracorriente”.
Y luego, recién horneado, nos llega su “Pasajero de otoño” (Huerga&Fierro) en que, como prologa ahora Fernando Aínsa,”una madurez ganada con el tiempo se revierte en una mayor sensibilidad para percibir el mundo que se recorre esa nueva forma de ver las cosas de que han hablado tantos viajeros”. En efecto, Yusta escucha una canción en el invierno de su voz, huérfano definitivo de aquella que amaba, quieto ya, atado a su vida, y lo hace en un recorrido precioso por lugares de París que amó mucho. Sentado en la oscuridad observa y, al igual que antes Teresa Agustín, confiesa: “Tengo miedo”. Y también como ella, se identifica: “Soy español y nací allá por los cuarenta”. Luego viaja poéticamente a la Roma eterna que acariciaba las esquinas, luminosa, con recuerdos aún palpitantes, instantes de gloria. Porque, ay, “las viejas piedras cantan, aun heridas, himnos de libertad y resistencia”, ya que “no existía otro mundo/que aquel donde habitaba nuestro amor”. Pero el tiempo paró, y ya “no habrá primaveras con pisadas perdidas en la lluvia”. Y, evocando otros muchos lugares de memoria, llega a Grecia, donde entre rumor de alondras, el hombre aún esperanzado se dirige a los pájaros del alba. Pero, ay, cae en la cuenta de que va en una barca de rumbo equivocado, bajo los temporales. Y cuando reflexiona sobre aquellas noches de trenes e insomnio, el viajero ya sin nombre, piensa que quizá éste pudiera ser su último transporte, y los tibios rincones del recuerdo un puro ocaso, apenas un rescoldo de memoria. Porque, termina, irá hacia él en una góndola, y aguardará “el resplandor del profundo arañazo de la Dama”. Pero, retórica hermosísima aparte, nos brinda otro final como Teresa, enredado en historias parisinas: “Al volver, España permanecía en silencio”.
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«La niña azul: arte y memoria histórica para público familiar” es un conjunto de propuestas de la Fundación Ramón y Katia Acín que comprenden Videoproyección, animación 2D, títeres, vídeo mapping, una escenografía que se dibuja y desdibuja para contarnos una increíble historia real. La de la niña Katia, que descubre su vocación artística de la mano de sus padres, Ramón Acín y Conchita Monrás; todo se hunde con la guerra y el paraíso se trunca: lo pierde todo, familia y hogar, pierde incluso su nombre… Es, se nos dice, un espectáculo sobre la historia silenciada, el descubrimiento de la expresión artística, el valor revolucionario de la pedagogía, nuestra capacidad de resiliencia y el poder transformador del arte y la palabra. Un montaje complejo y hermoso que ha contado con muchas colaboraciones entusiastas, y cuyo resultado es hermoso, emocionante, justo.
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Con motivo de su 20 aniversario Libros del Innombrable inicia la realización de segundas ediciones de títulos agotado, comenzando con una edición corregida y ampliada de “Pájaros tristes y otros poemas a Pilar Bayona”, de Juan Eduardo Cirlot (Barcelona, 1916-1973), poeta, ensayista, mitólogo y crítico de arte. La obra, que es una preciosidad en muchos aspectos, añade páginas e ilustraciones en color, y toda una serie de textos, como son los prólogos de Antón Castro y Antonio Bayona, el Epílogo de Antonio Fernández Molina y un Apéndice de Luis García-Abrines y Julián Gómez. Una hermosa y generosa iniciativa, que honra una vez más a la inmensa pianista aragonesa.