05/06/2018

Ordesa

Manuel Vilas
Editorial Alfaguara, Barcelona, 2018
387 páginas

 

El azar ha querido que “Ordesa” sea el último libro que reseño esta temporada, no por falta de ganas de leerlo, sino porque allá por el mes de enero, cuando me ofrecí a escribir la crítica en los medios con los que colaboro habitualmente, había alguien que se había ofrecido antes a hacerlo, o había escrito ya su artículo. Tal ha sido el interés, no solo de los lectores, sino también de la crítica por la obra.
A consecuencia de lo anterior, cuando finalmente cojo el libro de la estantería, lo leo maravillado, y me pongo a redactar esta reseña ya hay decenas, centenares de críticas escritas sobre él, lo cual me provoca la sensación de que voy a escribir lo ya escrito por otros. ¿Qué puedo decir acerca del “libro del año” sin caer en la repetición? –me pregunto.
En “Ordesa” encontramos el estilo, el lirismo de todos los textos de Manuel Vilas: el de las novelas, los cuentos, los poemas, los artículos periodísticos o los estados de Facebook: todos sus escritos forman un conglomerado de literatura torrencial: lirismo narrativo, lirismo ensayístico, lirismo en verso… Poco importa el género que emplee. El motivo por el cual a tantos lectores les gustan los textos del autor de Barbastro –tal como he escrito ya en alguna ocasión– es su carácter lúdico y especulativo. Cada nueva frase parece dar un giro inesperado, proporcionarnos un dato, enunciar una broma, caer en lo sórdido. Todo ello mediante el uso constante de la ironía y la sátira.
Lo que diferencia “Ordesa” del resto de obras del autor no debemos buscarlo tanto en el estilo o en la forma literaria como en el tema o contenido de la obra: la relaciones familiares. La novela se torna autobiográfica y aborda, principalmente, la relación con sus padres, ambos fallecidos. Es en este punto donde el libro multiplica la expresividad habitual de la prosa de Vilas debido al contraste que se produce entre el uso de la sátira y el dramatismo, la amargura que provoca al autor el tema tratado.
Pero ¿cuál es la esencia, la idea central que transmite Vilas acerca de familia? La idea es el remordimiento por el paso del tiempo, cuando consideramos que la relación con nuestros padres, con nuestros hijos, con nuestra pareja podrían haber sido mejores, más profundas, más sinceras y, por un motivo u otro, consideramos que hemos fracasado. En resumen, consideramos que podríamos haber aprovechado más el tiempo para amar a quienes ya no están, o a quienes ahora son adultos y, cuando tuvimos oportunidad de hacerlo no lo hicimos, porque no le dimos la importancia adecuada o porque nos afanamos en dedicar el tiempo a otras cosas. Llevado por esta idea el autor afirma: “La literatura es algo irrelevante cuando no hay amor en ella”.
El libro está repleto de sentencias, de frases lapidarias que suenan como gritos en medio del silencio sepulcral. A menudo habla a sus padres ausentes en segunda persona y exclama oraciones como estas: “No percibo tu amor. No te amé lo suficiente, y tu a mí tampoco. Fuimos condenadamente iguales”. Hay un constante descenso a los infiernos del egoísmo, del narcisismo que ahoga en el estanque del tiempo perdido. “Nuestra desdicha fue arte de vanguardia. Puede que fuera una desdicha genética, una especie de no saber vivir.”
La novela va narrando la vida del autor y la de sus padres y da vueltas y más vueltas a las mismas ideas, componiendo versos a cada frase que parecen decir lo mismo cambiando los adjetivos o las metáforas, como si el texto fuera una letanía: “Mis padres pasaron olímpicamente de la muerte de sus padres (…), como mis hijos pasarán olímpicamente de mi muerte (…) Hay allí algo que nos encumbra, una aristocracia del alejamiento”.
Escribo esta reseña pasando las páginas de “Ordesa”, y mi texto podría convertirse en una letanía, al igual que el texto de la novela. Pero la idea ya está expresada: es la amargura, el remordimiento que provoca lo que no fue, lo que no ocurrió. A menudo me pregunto si estas sensaciones que, en distinta medida, experimentamos todos provienen de la percepción de una realidad, si equivalen a una suerte de clarividencia acerca de nuestras vidas o, más bien, son ilusión, imaginaciones, sueños de la razón -parafraseando a Goya-, que producen el monstruo de la infelicidad y, al mismo tiempo, nos redimen de esa infelicidad cuando las expresamos en palabras o las oímos o leemos a otros.
El libro concluye con una insuperable colección de poemas dedicados al recuerdo bajo el título: “Epílogo: La familia y la Historia”, son unas pocas páginas pero condensan todo el contenido de la obra, porque Manuel Vilas es, sobre todo, un poeta, un poeta del verso y de la prosa.

Agustín Sánchez Vidal y Manuel Vilas presentando «Ordesa» en la librería Cálamo de Zaragoza.