El remanso de paz en el Bajo Aragón en tiempos de la I Restauración borbónica
Cánovas del Castillo
El régimen de la Restauración, diseñado por Cánovas del Castillo ha sido considerado en muchos manuales de historia como un período de estabilidad, frente a las etapas anteriores llenas de tensiones. Totalmente falso como veremos. El Sexenio Revolucionario (1868-1874) se caracterizaría por guerras de carácter diferente: carlista, colonial y cantonalista. Distintas formas de Gobierno; un Gobierno Provisional, una Regencia, una Monarquía democrática y distintos tipos de Repúblicas.
Es sabido que Cánovas construyó el edificio de la Restauración en base a la vuelta de la Monarquía de los Borbones. Dos grandes partidos políticos; el conservador, liderado por Cánovas y el liberal por Sagasta, llevando a cabo el turno pacífico. Una Constitución la de 1876, suficientemente ambigua, para que pudieran gobernar los dos grandes partidos. Incluso con un sufragio universal a partir de 1890. Una oposición prácticamente inoperante; republicana, carlista, regional y obrera. Esto era la teoría, la realidad era. La auténtica Constitución era la oligarquía y el caciquismo, como muy bien dijera Joaquín Costa. Pocas veces en la historia se habrán cometido tantos chanchullos electorales como entonces. Colegios electorales no abiertos, muertos renacidos para votar, pucherazos. Había una España oficial, un paraíso; y otra España la real, llena de problemas, la auténtica. La falta de conexión entre ambas era plena y total. Como muy bien dijera Ortega: la España oficial consiste en una especie de partidos fantasmas que defienden los fantasmas de unas ideas y que, apoyados por las sombras de unos periódicos, hacen marchar unos Ministerios de alucinación. En definitiva un sistema político podrido; no obstante algunos historiadores han dicho, sin reparo alguno, que todas estas trampas eran necesarias para evitar la revolución.
No quiero insistir más en la organización política, brevemente expuesta en las líneas anteriores. Me detendré en mostrar que las tensiones sociales fueron muchas, por gravísimos problemas económicos de fondo. Que no se conozcan suficientemente no significa que no existieran, como algunos historiadores han pretendido destacar, elogiando a Cánovas el haberlas evitado, merced al sistema político por él diseñado.
Mi pretensión en estas breves líneas no es otra que mostrar la grave problemática socio-económica existente y sus lógicas tensiones en el período de la Restauración, en varios pueblos del Bajo Aragón, como Alcañiz e Híjar, utilizando diversos textos de periódicos de Zaragoza.Una de las causas de esta problemática socio-económica sería la crisis de fines del siglo XIX de la agricultura aragonesa, perfectamente estudiada por los profesores Luis Germán Zubero, Carlos Forcadell y Eloy Fernández Clemente. Brevemente explicada se debería a la competencia de la producción agrícola cerealística de países nuevos, como Rusia, Turquía, Argentina, etc, que quitó a Aragón sus mercados tradicionales de Cataluña o Valencia. Además la presión fiscal supuso el embargo de muchas fincas, y como consecuencia última la emigración. Otros motivos serían el mal reparto de la propiedad agrícola; la deficiente infraestructura de transportes; la insuficiencia de regadíos al no estar regulados adecuadamente los ríos Guadalope y Martín; las inclemencias meteorológicas.
La situación socio-económica en Alcañiz en el invierno de 1880 era muy grave según refleja el Diario de Avisos de Zaragoza, de 3 de febrero de 1880, hija 7ª. Hemeroteca Municipal de Zaragoza. La cita en algunos momentos es desgarradora:
“El Ayuntamiento, por espacio de muchos días, estaba suministrando más de 1.200 raciones diarias de pan y otras tantas de menestra. Las personas bien acomodadas, secundando los humanitarios sentimientos de este digno y celoso Ayuntamiento, han hecho cuanto podían en pro de los necesitados, y todo ello es una gota de agua en este Océano de miseria.
¿Quién o quienes pueden socorrer diariamente 1.200 familias que se hallan sitiadas por el hambre?
La situación económica de nuestro municipio todos la conocemos, al paso que una gran parte de la nuestros contribuyentes, la encontraremos en las oficinas del Banco encargado de la recaudación de impuestos.
Están muy recientes aun las huellas que en este país dejara la última guerra civil, causa principal, además de las continuas sequías que han venido sucediéndose, que ha ido precipitando a los habitantes de este suelo, en el abismo que a todos nos amenaza.
Con tan continuas calamidades, llegamos al año pasado, durante el cual no llovió, ni nuestras huertas se regaron, ni rindieron, como es natural, las producciones ordinarias de maíz, judías y patatas; así es que llegamos al último otoño y entrada del actual invierno, sin que se hubiese encerrado en los graneros la más pequeña producción agrícola. Como si todo ello no fuera bastante, vienen las continuas y fuertes heladas que han concluido con todas las verduras de nuestros campos. Sólo así se explica:
- Que la generalidad de los propietarios no pueden pagar las contribuciones.
- Que los mismos no puedan llevar ni siquiera un solo peón a sus campos, porque la cosecha de las aceitunas ha sido muy pequeña y las últimas heladas la mermaron y malearon no poco.
- Que los precios de los artículos de primera necesidad vayan a precios excesivamente altos.
- Que los labradores de par de mulas, con tierras de labor para ellas, fuesen a tomar la ración que este Ayuntamiento suministraba a pesar de su precaria situación. Esos mismos labradores se alimentan hoy de calabaza, sin aceite y sin pan, como se ha visto en más de una casa.
- Que los jornaleros vayan pidiendo constantemente por las calles y que, en grupos de 30 o 40 se dirijan por las noches a las casa de los mejores hacendados, la generalidad de los cuales no han cerrado sus puertas a la caridad.
Son algunos los centenares de familias que no pueden comer pan, ni de maíz, ni de cebada siquiera. ¿Si esto sucede en esta ciudad, qué pasará en los 200 pueblos que componen el Bajo Aragón? Tal es el cuadro desgarrador que presenta este país, que se halla agonizando bajo los más duros golpes de la miseria.
Si el Gobierno de la nación no escucha los gritos lastimeros de este suelo, y pone remedio a tanto mal, auxiliándole con la inauguración de obras públicas, el vecindario tendrá que abandonar sus hogares en busca de trabajo y de alimentos… (2).”
En Híjar la situación era muy parecida a la de Alcañiz, en la primavera de 1891, según el Diario de Avisos de Zaragoza, de 11 de abril de 1891.
“Cada vez que tomo la pluma para dirigirme a su periódico, lo hago para contar angustias de este desgraciado país que arrastra una vida lánguida y miserable, y a tal extremo ha llegado en la actualidad, que suceden cosas tan peregrinas, que, si no las motivaran la necesidad y la desgracia, harían gracia por su originalidad.
Unas veces se pide caridad por la fuerza, otras desentierran las patatas, que se hallan puestas en los campos, llegando al extremo de tener que regarlas para evitarlo; y hoy han entrado en un corral de esta villa, han degollado un cerdo y se lo han llevado”.
En enero de 1905 la conflictividad social en Alcañiz era muy grande, según El Noticiero, de Zaragoza, 26 de enero de 1911… El texto es como sigue:
“Todos los informes particulares que a nosotros llegan de la importante ciudad bajo-aragonesa, coinciden por completo en atribuir gravedad suma a los acontecimientos que se desarrollan desde hace cuatro días en aquella localidad.
Desde el domingo a las seis de la tarde, hora en que comenzó la algarada, vive aquella siempre pacífica población en un estado de intranquilidad constante.
Muchedumbres mal aconsejadas comenzaron la serie de desórdenes públicos destrozando el fielato que se halla inmediato al puente de la carretera de Zaragoza, arrojando al río la báscula, quemando toda la documentación y las mesas, estantes, puertas, balcones y cuanto se les antojó, apoderándose del dinero de la recaudación.
Dirigióse después la multitud, en tropel, al fielato de la carretera de Caspe, repitiéndose iguales desmanes, y por último aun fueron más graves los desórdenes, cuando llegadas las masas al fielato situado en el portal de San Francisco no se limitaron a los actos destructivos de los objetos y enseres, sino que hicieron bastantes disparos de revólver y pistola; siendo muy de alabar la conducta prudentísima del Sr. Juez de Instrucción e igualmente merece elogios la benemérita, pues afrontando los insultos de que eran objeto, se mantuvieron imperturbables ante las alharacas de los sediciosos, evitando un día de luto en Alcañiz.
Otros rumores de ataques a agentes de la autoridad llegan a nuestros oídos; y lo que es aún peor, las corrientes de opinión que tratarónse de infiltrar en las masas, para degollar a determinada importante y conspicua personalidad, excitando a incendiar las casas de los más pudientes… pero los honrados alcañizanos podrán en alguna parte, ser arrastrados por la pendiente del alzamiento ante excitaciones y propagandas sectarias, pero son refractarios al crimen; y así tales ideas no hallaron eco ni mucho menos efectividad.
El lunes pretendieron quemar, los más exaltados, la casa del agente ejecutivo del Ayuntamiento, la Casa Consistorial y el teatro, sin que llevaran a efecto sus propósitos.
El martes a primera hora se situaron los sostenedores del movimiento sedicioso, en el puente viejo, para impedir que nadie saliera al campo, y allí continuaron; acompañando, después, hasta el cuartel, en medio de las protestas y silbidos, a la guardia civil que llegó de Zaragoza en el tren de la mañana.
Ya en la noche de este día se hallaban en la ciudad unos 120 guardias civiles, número muy suficiente para garantizar el orden y dar la protección necesaria a la justicia para el esclarecimiento de los hechos y la detención de los agitadores”.
A través de los documentos anteriormente expuestos, hablan por sí mismos, creo han quedado demostradas claramente, las grandes penalidades sufridas por nuestros antepasados bajoaragoneses. No son necesarios más comentarios. No obstante, querría acabar con otro documento, Diario de Avisos de Zaragoza, 24 de octubre de 1879, que nos transmite el banquete celebrado el día 23 de octubre de 1879, de cinco y media de la tarde a las siete y media de la noche, en el gran teatro de Pignatelli de Zaragoza, en honor del Sr. D. Antonio Cánovas del Castillo, al que asistieron los grandes prebostes del partido conservador de Zaragoza-Capital. El menú fue el siguiente:
Sopas.—Consommé Royal, Purée Bretonne.
Relevé.—Filets mingnons aux champignons.
Friture.—Coquilles de volaille augratin.
Entrée.—Salmis de perdreux. Loubines sauce genevoise.
Legumes.—Choux-fleures, sauce au beurre.
Rôti.—Téte de sanglies, Dinde truffée.
Entremêt.—Valescki vanille.
Deeserts.—Vinos: Sauterne, Jerez, S. Estephe, Champagne.-
Café y licores.