Turín (II): tradiciones y leyendas
En todas las ciudades, en los recorridos atentos por su casco urbano, se encuentran elementos curiosos, que aluden a tradiciones y leyendas extendidas entre la población, aunque carezcan en algunos casos de suficiente verosimilitud. También en Turín, como ciudad de importante pasado histórico, pueden encontrarse muchas, de entre las que pueden escogerse algunas que resultan especialmente peculiares.
El toro.
Símbolo heráldico de la ciudad de Turín y recuerdo de su origen celta y del nombre de su refundación romana (Augusta Taurinorum). En el pavimento de los soportales de la Plaza de San Carlos, frente al afamado y tradicional Café Torino, se encuentra la imagen de un toro rampante. La tradición atribuye buena suerte a pisar los genitales del toro, por lo que es práctica habitual de los visitantes, por si acaso.
La Porta Palatina
Era la puerta principal de acceso a la ciudad romana. Se encuentra junto a un parque arqueológico, muy cerca del Duomo. De ladrillo rojo, en su cuerpo central hay cuatro arcos o puertas de acceso y, más arriba, se abren dos filas de ventanas, flanqueadas por dos altas torres Se cuenta que Poncio Pilatos se refugió o fue encarcelado aquí, en una de las torres, tras ser destituido en el año 36, con el remordimiento de haberse lavado las manos.
La presencia del diablo
Turín tiene muchas leyendas relacionadas con la magia, el esoterismo y el infierno. No en vano vivieron aquí Nostradamus y Cagliostro. En diversos lugares se pueden observar máscaras del diablo en edificios o puertas.
El “Portón del Diablo”, en via XX Settembre, contiene en una gran puerta de madera un llamador con una cara diabólica sobre serpientes. Su súbita aparición, una mañana de 1675, provocó la creencia de haberla realizado Satanás en una sola noche.
Una máscara grotesca de diablo puede verse en la barroca fachada del Palacio Lascaris de Ventimiglia, en via Alfieri, 15, hoy sede del Consejo Regional del Piamonte.
La Piazza Statuto, en la que desemboca la larga y animada calle peatonal Via Garibaldi, se considera el corazón negro de la ciudad. En su centro se yergue el monumento al Traforo del Frejus, túnel que une Italia a Francia, inaugurado en 1879. En la cima de una montaña, en el centro de una fuente, aparece un genio alado, con un lucero en la frente, mientras figuras humanas intentan vanamente escalarla. La creencia popular considera que la figura que lo culmina es Lucifer, el ángel caído, y que ese monumento custodia la entrada al infierno.
La rebanada de polenta (fetta di polenta)
Es un edificio diseñado en 1840 por Alessandro Antonelli (autor también de la Mole Antonelliana). Tiene una fachada clásica, con balcones, de 16 metros de largo. Pero lo que le da un carácter particular es la sorprendente estrechez de su fondo, pues su parte lateral mide apenas 54 cms., lo que parece desafiar su permanencia. Por ello, en su momento, despertó muchas dudas sobre su estabilidad, hoy corroborada por el paso del tiempo. Situado en la Via Giulia di Barolo, cerca de la amplísima Piazza Vittorio Véneto, se le conoce popularmente, por su color rojo violáceo y su estrechez, como la fetta di polenta, plato italiano a base de harina de maíz.
El eco
En la Via Giuseppe Verdi, frente a la entrada del Palazzo Nuovo, edificio moderno (1968) sede de la Facultad de Estudios Humanísticos, figura una gran escultura de bronce, de más de dos metros de altura. Obra del escultor francés Marc Didou, creada en 2005, representa dos rostros, uno al derecho y otro al revés, que parecen gritar, amplificando el sonido con las manos a los lados de las bocas. Según su autor, representa el deseo de comunicación propio de la vida urbana. Se dice que representa la emisión del eco y que, apoyando el oído sobre la estatua, se percibe una resonancia y un murmullo misterioso.