A propósito de Schubert y los robots
Una empresa multinacional china, Huawei, especializada en alta tecnología, ha presentado una versión completada de la Sinfonía Inacabada de Schubert. La noticia ha provocado opiniones diversas sobre si tiene sentido pretender sustituir la inspiración y la creación artística humana, por agradable que pueda resultar la acción de la inteligencia artificial.
El caso de la Sinfonía Inacabada de Schubert
Explica la empresa Huawei que esta versión ha sido creada mediante un modelo de inteligencia artificial, a partir del timbre, del tono y el compás del primer y segundo movimiento de la sinfonía, que son los conservados y gozan de general admiración y son frecuentemente interpretados en los conciertos y grabaciones discográficas. Ese modelo generó una melodía para los inexistentes movimientos tercero y cuarto, que finalmente fue orquestada con la colaboración de un compositor vivo, imitando el estilo schubertiano.
La historia nos cuenta que Schubert (1797-1828), vivió en la Viena de principios del siglo XIX y murió allí a los 31 años. Compuso nueve sinfonías, una de las cuales (la 7ª o la 8ª, según la clasificación de los expertos) solo consta de dos movimientos (veinte minutos de música en total), frente a los cuatro de las sinfonías clásicas. Esos son los hechos, si bien las razones de no haber completado la sinfonía no están establecidos con certeza, pues la sinfonía no se estrenó en vida del autor y quedó olvidado su manuscrito hasta 40 años después de su muerte. Hay quien opina que la partitura completa fue confiada a un amigo que la perdió; y quien estima que Schubert pudo considerar concluida así la sinfonía e incluso que él mismo destruyó los movimientos finales, por las razones que fueran, En cualquier caso, esta obra ha sido muy valorada por su belleza por intérpretes y aficionados.
Es curioso que precisamente a la conclusión de esta sinfonía se refiere un cuento breve “Sinfonía concluida” de Augusto Monterroso, el escritor hondureño (1921-2003) autor del microrrelato “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. En el cuento, Monterroso relata que un viejo organista guatemalteco, al ordenar un archivo, encuentra el manuscrito original de los dos movimientos finales de la Sinfonía Inacabada. Ante la incredulidad general, intenta que se reconozca la validez de su hallazgo. Tras muchos fracasos, consigue que unos viejitos judíos admitan la autoría, pero piensan que esos movimientos, aun siendo muy buenos, no añaden mérito a la sinfonía inacabada y que provocarían una polémica interminable. El anciano organista, entristecido, acaba echando al mar la partitura encontrada, por respeto a su autor.
Obras musicales inacabadas y completadas después
Es cierto que en la historia de la música existen diversos casos de composiciones que no habiéndose finalizado por sus autores, por haber fallecido antes de lograrlo, han sido completadas tras su muerte. Si bien lo han sido por otros músicos, no por máquinas.
Son casos especialmente destacados el Réquiem de Mozart, la ópera Turandot de Puccini y la Décima Sinfonía de Mahler.
El inconcluso Réquiem de Mozart fue completado por su discípulo Franz Xaver Süssmayr, utilizando sus bocetos y las indicaciones recibidas en sus últimos días, añadiendo a lo ya existente el Sanctus, Benedictus y Agnus Dei. Es la versión que se interpreta habitualmente, aunque diversos musicólogos (Beyer, Maunder, Druce, Levin, Robbins Landon) han propuesto posteriormente revisiones críticas de su orquestación y desarrollo.
También Puccini falleció sin concluir su última ópera, Turandot. En septiembre de 1924 había avanzado en la composición, pero murió dos meses después sin concluir el dúo de amor y el final del tercer acto. Dado el problema que planteaba la representación de una ópera sin final, la familia encargó completarla al compositor Franco Alfano, utilizando para ello los esbozos dejados por Puccini, estrenándose en La Scala en abril de 1926. Es la versión habitualmente representada en todo el mundo. En 2002 el compositor Luciano Berio presentó su propia versión del tercer acto de Turandot, pero de menor carga emocional.
Aunque Mahler sólo concluyó su primer movimiento, también se ejecuta en conciertos una Décima Sinfonía, reconstruida por el musicólogo Deryk Cooke,
La creación artística y la inteligencia artificial
La posibilidad de que la inteligencia artificial sustituya total o parcialmente al hombre en la creación humana parece cada vez más cercana por los avances de la tecnología. También en el mundo editorial parece existir la posibilidad de que, suministrado al ordenador el estilo y los temas de un escritor muy vendido, pueda sustituirlo en épocas de sequía creadora.
Sabemos que los ordenadores vienen siendo un instrumento de trabajo para los compositores de música, que les facilita explorar y mejorar posibles alternativas en la creación de melodías y desarrollos. Esto es razonable y no sustituye la inspiración del compositor. Podríamos decir que es algo parecido a lo que hacían los compositores clásicos al experimentar en el piano las distintas posibilidades melódicas y tonales de sus procesos de composición.
Otra cuestión muy distinta es que la composición de una obra musical carezca de autor, sustituido por máquinas. La música, como conjunto de sonidos, es algo abstracto, se independiza de su creador y puede hacer llegar al oyente emociones muy distintas según su percepción personal. Se ha dicho que la música empieza donde acaban las palabras, por su contenido inexplicable por razonamientos lógicos, al poder transmitir sentimientos diversos según quien la escucha. Pero, en las grandes obras musicales, la existencia de un autor, en una época y con una trayectoria vital personal (momento histórico, evolución, amores, sufrimientos) expresa y comunica sentimientos, aumenta su disfrute y puede ayudar a entender al compositor y a nosotros mismos.
Está bien hacer experimentos, pero carece de sentido deshumanizar el arte de la música.