Una aventura equinoccial (I)
Bajar desde los Andes hacia la Amazonía, o desde Quito al Oriente como ellos gustan decir, no deja de ser una experiencia que marca y cambia el sentido y la percepción de la naturaleza de las cosas.
Con la intención de conocer la precaria situación actual de las colectividades indígenas, nos adentramos con inquietud por la selva virgen del Oriente ecuatoriano.
No es nada fácil el acercamiento a la realidad amazónica y sus gentes, ante el proceso irreversible de la explotación de sus recursos naturales, sobre todo cuando se trata de petróleo y minerales.
Haber conocido los rostros indígenas captados en las pinturas de Guayasamin, nos ayuda a identificar las intensas miradas de los Waorani. Solo después de varios intentos, nos acogen unos días en su territorio para convivir y guiarnos por sus caminos y el río Coronaco hacia la selva, donde a veces se reproducen los duros y siniestros pasajes descritos por Conrad y por nuestro Ramón J. Sender.
Salvando las distancias, aquí también se aprecian algunas circunstancias a las denunciadas en tiempos por Andalán, respecto a inundaciones de núcleos de población por embalses en Aragón.
LA MARAÑA DEL PETRÓLEO
Para un país pequeño como Ecuador, la existencia de explotaciones petrolíferas pudo suponer la esperanza de poseer una actividad económica de base para el desarrollo del país. Después de 40 años de explotación del recurso, y de una gestión torpe y deficiente de las empresas implicadas, con graves afecciones a las personas y el medio natural, la relación coste/beneficio no parece tan satisfactoria como la esperada.
La gestión descuidada de las instalaciones ocasiona constantes afecciones a los residentes, indígenas y colonos. El pasado sábado 20 de marzo, en el pozo VIG1 en el que opera la compañía Enap Sipec, se produjo una fuga de unos 1000 barriles de crudo, arruinando una plantación familiar. Aunque una cuadrilla de obreros de Ecuambiente acudió a paliar el derrame, la tierra quedará inservible durante años.
Pero no es esto lo peor. Es la actitud prepotente y soberbia de las empresas que no dan explicación alguna a los afectados cuando cometen errores que inciden en la propia vida de los residentes.
Y no es solo la contaminación por la mala gestión del crudo extraído. En estos mismos días, la Policía Nacional retiró parte del explosivo pentolita abandonado por la petrolera CGC a finales del año 2002, y denunciado por la comunidad indígena de Sarayacu.
Ahora, queda por resolver en la zona un duro contencioso entre el Estado ecuatoriano y Chevron/Texaco. Desde hace 15 años, un grupo de comunidades indígenas de Lago Agrio mantiene un litigio con la empresa petrolera por daños ambientales irreparables entre 1971 y 1992.
El 11 de marzo de 2010 Chevron/Texaco logró una decisión favorable, en el sentido de que procede un arbitraje internacional sobre los 27 mil millones de dólares demandados. La postura de Chevron/Texaco es que el Estado ecuatoriano debe de hacer su parte en la limpieza de la zona. Me temo que Chevron nunca pagará.
SALVAR EL YASUNÍ
El 20/11/79 se declaró Yasuní Parque Nacional. Con un área de 9820 km2, el Yasuní pertenece a unas zonas de enorme biodiversidad por no haberse visto afectadas por la glaciación. Son Pleistoceno puro, especialmente ricas en términos de vida. Desde allí se repobló lo que actualmente conocemos como la Amazonía.
Pero además de esa biodiversidad única, el Yasuní, en su zona fronteriza con Perú, contiene millones de barriles de petróleo pesado. Después de 40 años de gestión deficiente de las empresas petroleras, con graves daños ambientales y territoriales, alguien puede creerse que no ocurra lo mismo en el Parque Natural ?
Para evitar la extracción de crudo se ha planteado la iniciativa idealista Yasuní-ITT que consistiría en no explotar unos 846 millones de barriles del Yasuní, lo que supone perder entre 5000 y 6000 millones de dólares, evitando un etnocidio, que la nueva Constitución ya califica como delito.
Enlaces de interés:
www.amazoniaporlavida.org