19/06/2020

Notas a «Las madre secretas» de Mónica Crespo

Las madres secretas

Mónica Crespo

Finalista del XV premio Setenil 2018 y del 40º Tigre Juan 2018

Editorial Base. Barcelona, 2017

162 páginas

La escritora Monica Crespo en el Azkuna Zentroa de Bilbao.

 

Lo que sigue son las notas que tomé mientras leía el libro de cuentos «Las madres secretas» para enviarlas a su autora, la guipuzcoana Mónica Crespo. Mónica es una escritora que dará que hablar en los próximos años. Por eso os recomiendo a todos la lectura de «Las madres secretas». Mis notas se articulan a partir de los títulos de los relatos que más me gustaron del libro. Tan solo las he retocado un poco para la mejor comprensión de los lectores; pero manteniendo el tono de confidencia de una conversación entre Mónica y yo, de ahí el uso de la segunda persona…

Gamunia

Este cuento trata sobre una leona que adopta a un cervatillo en la creencia de que la cría es suya. Me encanta el comienzo, el modo en que anticipas el desenlace del relato en las cuatro primeras líneas y cómo, esa anticipación, se convierte, después de un simple punto y seguido, en desarrollo del relato.
También me gusta mucho el modo en que al inicio del tercer párrafo descubres quién es el narrador omnisciente (o más bien narradores, o narrador coral), que son, intuyo, los naturalistas que van tras la leona y la observan. Resulta muy original esta figura del narrador coral, que es al mismo tiempo narrador personaje, que interviene en el relato actuando a través de la mirada, aunque solo sea en calidad de observador externo.
También está muy logrado el cuento desde el punto de vista argumental. Podría haber sido un relato sencillo, de sentido unívoco, si la leona tan solo sustituyera a sus cachorros por el cervatillo y lo protegiera, si esa protección fuera beneficiosa para ambos; pero resulta que esa protección, esa maternidad que en principio percibimos como algo tierno y positivo, acaba causando la muerte de ambos. La carga de ambigüedad que contiene esta idea engrandece la historia y le quita toda obviedad.

Instinto

Desarrollas la misma idea que el cuento anterior: el amor maternal excesivo, el temor a que ese exceso depare cierto mal, cierta destrucción en quien lo practica. Frente al primer relato, que tiene un tono más objetivo, propio de los documentales de naturaleza, éste se tiñe de subjetividad y se torna obsesivo, angustioso, a la manera de los cuentos de Edgar Poe.

Gemelos

Abandonas, aunque no del todo, el tema del amor destructivo, y te centras en el miedo de las madres por los hijos. Todo el cuento parece una pesadilla, lo cual se ve reforzado por momentos de cierta inverosimilitud onírica. Me gusta especialmente el simbolismo que percibo en la doble muerte de Eric, el hijo de la protagonista.
La muerte en la bañera, sin que aclares si se ha producido por una negligencia, encarna a la perfección ese temor infinito de las madres a que a sus hijos les pase algo, que no cura ni siquiera el hecho de que no hayan tenido la culpa: simplemente que pueda suceder algo, con o sin culpa, provoca terror. Y es en este momento cuando se inicia el relato como un sueño, como una pesadilla…
El hecho de que el gemelo vivo interprete, cual actor, al gemelo muerto metaforiza a la perfección la preocupación de las madres por los hijos, que no cesa nunca.
Y el final: la segunda muerte de Eric, es aún más simbólica e ingeniosa: llega la juventud del hijo, que deja de ser niño y de depender de la madre, cesa ese miedo irracional por su seguridad, y despertamos de él dándonos cuenta de que era exagerado: lo cual encarna la estampa de la protagonista emergiendo de la bañera con las ropas mojadas, como quien despierta de una pesadilla o de una borrachera.

No expliques tu vida a nadie

Me gusta el título porque sirve de leitmotiv a la protagonista anónima del cuento. El anonimato potencia también la sensación de orfandad que es el tema del cuento: cuando no tienes nombre ni hay acontecimientos en tu vida no perteneces a nadie y, por ende, eres huérfana. También me gusta mucho el momento epifánico en que el senegalés le pone los calcetines y los zapatos a la protagonista.

La caja de Pandora

En este cuento me he visto representado, porque el piano es para mí la literatura. El tema es mi vida misma: la necesidad de la protagonista de compaginar el piano y la familia es mi necesidad de compaginar literatura y vida. Cuando escribo, o cuando la protagonista toca, se siente viva. Y la vida familiar se carga de sentimientos de culpa que nos hacen temer si amamos o no suficientemente a nuestros hijos por disfrutar más escribiendo o tocando el piano que estando con ellos. Pero si no escribimos o tocamos el piano, también nos sentimos infelices porque nos falta algo, y la vida familiar se envenena: todo se convierte en fuente de placer y de dolor.
Esa ambigüedad tuya es lo que hace bueno este cuento, y el título está muy bien traído porque la caja de Pandora encarna la furia, provenga esta del piano (la literatura) o de la familia.

El baño

Me gusta este relato porque «fluye». No sé si tú tendrás la misma impresión, pero a mí me ocurre con un personaje de mi actual novela, que cuenta su vida en primera persona y narra sus actos más banales. Ese dejarnos llevar por la escritura, soltar un torrente de palabras que vaya describiendo nuestros actos y pensamientos transmite al lector una impresión de fluidez, y creo que pasa sobre todo con la primera persona. Al menos yo, cuando escribo en tercera persona no tengo esa sensación de continuidad absoluta que provoca la escritura en primera persona… En este caso, la facilidad que demuestras al narrar la vida de la escritora, produce una situación paradójica: se contrapone con el argumento del relato, en el cual la escritora de ficción no consigue escribir.
Recuerdo un par de películas clásicas muy inspiradas cuyos protagonistas son directores de cine que viven crisis creativas: “Ocho y medio”, de Fellini y “La otra cara del viento”, de Orson Welles. “El baño” es un cuento muy creativo sobre una crisis de creatividad.

Cadena de ave

Me encanta la animalización a la que sometes a la protagonista y su tono onírico y poético, es diferente al que empleas en el resto de los cuentos. Por otra parte, también me parece un hallazgo esa ambivalencia de sentirse mujer y pájaro de la protagonista. Hasta el final del cuento no sabemos si la animalización es metáfora de los estados anímicos de ella, o se trata realmente de una metamorfosis kafkiana. Esta duda parece confirmarse al final a favor de la metamorfosis. Creo que es el cuento más arriesgado del libro.

El granero

Me ha parecido un relato gótico: la vieja mansión anclada en el pasado de la protagonista, la soledad, los recuerdos. Me gusta el modo en que metaforizas la infancia perdida, de la cual el incendio del granero es símbolo. Al leer el cuento me ha recordado el incendio de mi novela “Un amor de Redon”. Es curioso, creo entender que tu incendio; sin embargo todavía no entiendo muy bien lo que significa el mío. Como la pareja protagonista son artistas ambos, es probable que yo me refiera al final de la representación o escenificación que conlleva toda forma de arte.

Nómadas

Este cuento me ha parecido magistral. Trata sobre una familia que pasa la infancia de los hijos en un barco que surca los océanos: el Uluru, alegoría de la infancia y de la familia, de cómo ambas transcurren infinitas y fugaces a la vez y de cómo permanecen eternamente en nuestro recuerdo a lo largo de la vida: la infancia escapa, la familia se disgrega, las personas mueren; pero hay un núcleo eterno en nuestra imaginación y en nuestro recuerdo que es «el Uluru». Ese núcleo nos persigue, vuelve constantemente a nuestro pensamiento como van y vuelven las olas del mar.
Me encanta esa técnica de la prolepsis y la analepsis, cómo vas hacia detrás y hacia delante, como las olas, como la infancia y la familia que se van y vuelven a nuestra imaginación y nos acompañan durante toda la vida.
Y el tono del cuento es el de una novela de aventuras de nuestra infancia, una novela de Julio Verne: «Un capitán de quince años», «La familia de robinsones»…

La limpiadora

Imagino que la idea del leopardo congelado en la cumbre del Kilimanjaro parte del cuento de Hemingway «Las nieves del Kilimanjaro», y ni en éste ni en el tuyo queda del todo claro su sentido: ambos practicáis la teoría del iceberg, pero las sugerencias de tu cuento parecen distintas: el leopardo congelado parece ser la enfermedad, y el leopardo que despierta su curación; pero la parte hundida es: ¿por qué una cumbre? ¿la cumbre representa quizá la soledad, el aislamiento de la protagonista de su entorno?

Concluyendo:

Todos los cuentos están muy bien escritos, denotan tu técnica literaria. Lo primero que llama mi atención del conjunto es la unidad temática en torno a la maternidad y, por el contrario, los cambios de tono o de registro entre unos y otros relatos. Lo cual no tiene por qué ser malo. A mí me gusta cambiar de tono y de registro de una novela a otra, ¿es normal hacerlo también en los libros de cuentos? De eso seguro que sabes tú mucho más que yo… En el único libro de cuentos que he escrito, sin embargo, yo no lo hago: el tono es el mismo y las temáticas, en cambio, distintas… ¿Pueden deberse en tu caso a que ensayas posibilidades? ¿Puede ser que conviertas tu libro en un taller literario en el cual tratas de aprender de ti misma?

Te dejo unas palabras de Simenon que son ahora mismo mi Biblia, mientras redacto mi tercera novela: “Cuando escribo intento hacerlo con la mayor rapidez, trato de pensar lo menos posible para dejar trabajar al inconsciente. Si redactara una novela de modo consciente sería bastante mala. Para escribir una novela no es necesaria la intervención de la inteligencia”.

Ricardo Lladosa, febrero de 2020