Arte e Ilusión en «tiempos difíciles»: El Ayuntamiento zaragozano patrocina exposiciones para esta primavera-verano. 1
Ricardo Calero. Espacios del sentir
La Lonja de Zaragoza
7 de mayo / 4 de julio de 2021
Una silla (que es quietud y sosiego), que bien podría ser la del artista conceptual Kossuth, plantada en el paisaje y confrontada a una estructura parcialmente recubierta de enredaderas que dibuja la palabra Tú. El diálogo permanente con el otro, la apertura para resolver posibles divergencias; la invitación a participar en una acción comunicativa. ¿Una instalación?, ¿una escultura?… Más bien una reflexión que interpela a la sensibilidad emocional y activa del espectador. En Sueños en el mar (2001-2008) registra el artista la acción constituida por el viaje de unos pasaportes (3650 concretamente) lanzados al océano y de los que solo 78 fueron rescatados, testigos heridos por el rastro y la huella de la migración de un barco hundido que llora.
Un poeta como Ángel Guinda es capaz de captar la esencia de este convencido artista experimental:
«Su proceso de creación es un reto óptico de acción e instalación edificantes.
Intervenir el espacio (ausencia, nada, luz, presencia) con el tiempo (olvido,
sueño, memoria, recuerdo) y el silencio (asombro indagador, expectante) para
fundar el misterio. Hacer serena la preocupación e inquietante el reposo.
Contemplo una colección de estallidos de belleza que son otros tantos sujetos
de conducta. Arte útil. En cada uno de ellos parece hablar la conciencia, tras
haber escuchado los fogonazos de la secreta voz del pensamiento».
Ricardo Calero nace en Villanueva del Arzobispo (Jaén) el año 1955 pero muy pronto pasará a vivir en Zaragoza, donde su padre ejerce de ebanista y enseña a su chico los secretos de la madera. En principio, será escultor pero pronto pasará a participar, como bien dice Ana Ara Fernández, de esa disolución de géneros artísticos que trae la posmodernidad. Habrá quien se acuerde todavía de ese viaje de la materia al concepto de su exposición en el Instituto Mixto 4 o de cuando en los ochenta dirigió la Escuela de Artes de Ejea de los Caballeros y participó en el ICE. El viaje de Calero siempre es deductivo, del concepto abstracto, del pensamiento a la realización, como defendía Juan Gris. Y para darle al resultado final una forma expresiva, la ampliación de materiales se hace inevitable: madera, piedra, plástico, cuero, algodón, cristal, fotografía, vídeo, agua, vapor, papel, vegetación, ramas, esencia olorosa, sonido, poesía y palabra, grabado, esculto-pinturas, cuadros-collages… No nos extraña que recibiese una Mención Honorífica en el II Premio de Escultura Pablo Gargallo porque son muchos los temas de meditación en los que coincide con el maellense como el tiempo, el silencio, el vacío, la nada y la luz, con tendencia creciente hacia la sobriedad y la síntesis más extrema. Un diálogo entre la naturaleza exterior y la interior que, en ocasiones, requiere reflejar el proceso de una acción e intervención artística cargada de simbolismos.
Siete espacios articulan la exposición en la que se sintetizan, a su vez, siete lustros de reflexiones del artista: Ausencias (experiencias sensoriales sobre la presencia y la ausencia), Vacíos del Silencio (la soledad unida al silencio donde surge la vida), Pulsiones de Luz (que es la vida después de la nada y el vacío), Al Alba (la experiencia de la contemplación al amanecer), Sueños en el mar (el rastro y la memoria de la migración), Memoria del natural (la espiritualidad de la materia) y Pensar en el sentir (los diálogos).
Invito encarecidamente a visitar esta exposición. Que el espectador asista desprejuiciado y dispuesto a un acto de silencio y serenidad, abierto a un impacto perceptivo y sensorial. Que deje fuera de la Lonja el ruido y la prisa. Que no trate en encontrar objetos presentables sino relaciones y nexos que estimulen su reflexión sobre el arte de nuestro tiempo, abierto a una forma de inspiración poética.