Polonio

Me los he encontrado esta mañana en el vado del rio, justo donde las acequias de regadío remueven la tierra y embarran el ultimo vericueto de la balsa del cura, en el lugar donde apareció ahogada la viuda del somaten de Barbastro, cerca del pueblo de Aleluya donde mis amigos-ellos ya saben quienes son- se aman dulcemente bajo la luna melancólica de los próximos Pirineos.

Me han saludado con la cortesía y corrección con la que lo hacen las gentes de campo-ellos los son- y a los urbanitas nos queda como un rescoldo de vergüenza cada vez que nos cruzamos con ellos

En un susurro casi  inaudible me han preguntado por todo lo que se lleva estos días como novedad: Garzón; Gurtel: el neo trasvase del Ebro y los volcanes de Isalandia llenando los aeropuertos de viajeros detenidos.

Hemos hablado de todo esto y yo, cada vez con los ojos más abiertos, he intentado explicarles lo que desconozco de todos estos líos y ,curiosamente, sus explicaciones eran más rotundas y claras que todas las disquisiciones intelectualoides mías.

Cuando ha empezado a atardecer y el frescor que subía desde los regadíos apretaba cada vez más los hombros, me han invitado a entrar en su casa: humilde, con un buen fuego en mitad de la sala- ocupado por cierto por un hermoso perro- y ella ha puesto, sobre la mesa redonda para el brasero-“echale una firma” le ha pedido el compañero”- unos platos de merienda de esas que ya no se ven por las ciudades.

Hemos, mientras degustábamos el jamón, la longaniza, el queso rudo del Bajo Aragón y las chocolatinas de Almudevar, seguido hablando de los temas que habíamos dejado en las afueras de la casa. Ambos radicalizaban tanto su discurso frente a esos temas que, en un momento dado, él le pidió que suavizase los textos: “Nada de lo que decimos sirve para nada; pero al menos debe servirnos para darnos cuenta de quién tiene la razón”.

Con la noche oscura me acompañaron hasta el camino de vuelta y ella, con  la ironía que siempre ha tenido, me despidió recordándome:

-Siempre que nosotros salgamos a la calle, estaremos poniendo en crisis a la democracia. Ellos, cuando cortan las avenidas en nombre de los niños por nacer, hacen un acto de honor. Así se lanzó el General al frente de sus huestes. Se inventaron que todo estaba mal  y había que poner orden: Mas de doscientos mil muertos en las paredes de los cementerios tras aquella gran mentira. Ahora vuelven a la misma mentira”.

Cuando me metí en la oscuridad del camino un largo escalofrío me recorrió el cuerpo. Pensé que era la frescura de la noche pero también le añadí la duda que ella me había comentado y ante mi las imágenes de líderes de la derecha pidiendo la dignidad del Pais en nombre de su propia dignidad. Otra vez la misma martingala