11/06/2010

¿Cuánto vale una vida en Bhopal?

Que los poderosos, ya sean ricos hombres de negocios o grandes empresas, salen impunes la mayoría de las veces cuando comenten delitos, es algo que alcanzamos a comprender cuando sabemos de sentencias judiciales en las que, en el mejor de los casos y a cambio de unos miles de euros eluden la cárcel o cualquier castigo.

Imaginemos por un momento la cara se que les ha tenido que quedar a las víctimas y familiares de la tragedia de Bhopal-India, sucedida en la noche del 2 al 3 de diciembre de 1984,  al conocer la sentencia condenatoria a la filial india de la empresa  estadounidense UNION CARBIDE, causante hace 25 años del peor desastre industrial conocido, cuando toneladas del letal gas isocianato de metilo (MIC, por sus siglas en inglés) y otras toxinas salieron de su planta, con el resultado de que esta exposición a gran escala, causó miles de muertos y muchos miles más de afectados de por vida.

Solo el dolor y la frustración más profunda pueden expresar los sentimientos de los habitantes de Bhopal tras conocer que la vida de sus familiares tiene un precio de 890 euros por persona muerta, dinero que muchos de los familiares reconocen que aún no han recibido. Los ocho altos cargos que finalmente fueron encausados y encontrados   culpables de esta terrible y mortal fuga, todos ellos de nacionalidad hindú, han sido castigados con levísimas penas de dos años de prisión y condenados a pagar 100.000 rupias (1.774 euros). Sin embargo y dado que todos ellos tienen en la actualidad más de 70 años, fueron inmediatamente puestos en libertad bajo fianza. A Union Carbide,  la empresa causante del desastre se le impuso la ridícula multa de unos 8.870 euros.

Mientras Union Carbide se lavaba las manos, culpando a la que era su filial india de la tragedia, su máximo responsable, Warren Anderson, entonces presidente de Union Carbide Corporation no solo no pagó la fianza, sino que aprovechó para huir del país, siendo declarado en fuga después de negarse a regresar a India desde Estados Unidos y enfrentarse al juicio.

Las ridículas indemnizaciones fijadas por la sentencia, constituyen un insulto para las víctimas y sus familiares, todas ellas personas pobrísimas que siguen residiendo en Bhopal, continúan trabajando en el sector y lo que es más lamentable siguen respirando y bebiendo aguas contaminadas desde hace veinticinco años, ya que más de 100.000 toneladas de desechos siguen enterrados cerca de la fábrica.

La nube tóxica provocada por el escape cogió a los habitantes dormidos, eximiéndoles en muchos casos de los grandes sufrimientos que tuvieron que soportar los desgraciados que en esos momentos estaban despiertos. Aquellos que tuvieron peor suerte, corrieron despavoridos intentando escapar, pero finalmente cayeron fulminados entre convulsiones, cegueras y con los pulmones abrasados.

Las cifras oficiales hablan de 15.000 muertos, mientras que los activistas que durante todos estos años han estado defendiendo los intereses de las víctimas y sus familias, aseguran que podrían ser 25.000 fallecidos y unas 100.000 personas con secuelas permanentes como cáncer, enfermedades de estómago, hígado, riñón, pulmón y trastornos hormonales y mentales.

Ahora, tras conocerse la sentencia, estas gentes sienten que es como si hubieran matado dos veces a sus familiares, un nuevo golpe asola a estas humildes gentes, las castas más bajas de la sociedad hindú, los parias de la tierra, los olvidados.

Tanto las víctimas como los activistas creen que el proceso ha sido una farsa, alargada la decisión sobre la sentencia y el pago de las indemnizaciones hasta el infinito, y sobre todo aligerada para buscar a los culpables entre los técnicos hindúes y dejar a Union Carbide y a Dow Chemical, la empresa estadounidense que continuó con la fabricación del pesticida, las manos libres para poder seguir operando en la India.

Ya ven lo fácil que resulta contaminar y lo barato que sale hacerlo. Sobre todo si quienes sufren esta contaminación son los parias de la tierra. Aquella máxima que siempre habíamos escuchado de que “el que contamina paga”, aquí ha sido pervertida por la de “contaminar sale barato y además por ello no iras a la cárcel”.

¿A quién puede interesar o conmover la suerte que corran los habitantes de Bhopal o de cualquier otro lugar donde se produzca una catástrofe ecológica o sufran sus consecuencias? Parece que al mundo no mucho, preocupado estos días por un narcotizante mundial de fútbol que ayuda a olvidar los problemas y la crisis.

¿Tendrán los habitantes de Louisiana, Florida, Missisipi, Alabama o México mejor suerte con la marea negra provocada por la explosión de la plataforma petrolífera “Deepwater Horizon” de British Petroleum en el Golfo de México?