El jovencito Fernández

Pasó una mala temporada: el mundo le venía demasiado grande y a pesar del bastón y de sus querencias de maldades del corazón, aguantaba porque ese es uno de los símbolos de los andorranos (Teruel) que aguantan hasta el final con un estoicismo digno de los grandes maestros griegos.

Seguía escribiendo textos sobre Costa y hablaba de Aragón con la misma emoción que lo hiciese en los tiempos paulinos( Del colegio menor San Pablo de Teruel) y en los tiempos de la Enciclopedia, de Andalán y de sus viajes por las Américas en busca de los herederos de los últimos aragoneses afincados por allí.

Todo parecía normal y hasta Marcuello lo trataba con cariño porque había algo en los andares del maduro Eloy Fernández que a todos nos tenía constreñida la emoción: Siempre, como buenos aragoneses, esperábamos lo peor.

Pero un día el maduro Eloy dejo el bastón en el paragüero de su casa y se puso a andar:! Horror, volvía a poner en marcha su cabeza!

El jovencito Fernández desde el día que dejo la gayata en el paragüero de su casa y Marisa lo vio salir andando hacia la Facultad, se pensó lo peor:”Mi marido vuelve a las andadas”.

Y volvió. Y nos ha puesto a todos en fila cuartelera y al grito de ¡derecha, izquierda! empezamos la instrucción de este nuevo ANDALAN salido del meollo rejuvenecido del maduro Fernández.

Que los dioses de Torrero nos pillen limpios de polvo y paja