Paisaje y futuro (II). Ecoconstrucción y paisaje
Recientemente pude leer en una furgoneta aparcada en la calle el anuncio de “Ecoconstrucción, Paisajismo, Reformas… y Albañilería en general”. Tras la sorpresa inicial, me pregunté qué tenía que ver la albañilería con el paisaje. ¿Será por aquello de los “paisajes interiores”? ¿O quizá fuese que todo, absolutamente todo, es “paisaje”? La segunda fue la significación concreta del concepto de “ecoconstrucción”. ¿Sería la moda del “todo es ecológico” que nos invade, o habría algo serio tras la propuesta?
¿Puede “construirse paisaje” dentro de los parámetros ecológicos? Yo no puedo saber qué hacen exactamente los albañiles de la furgoneta, pero la respuesta es que sí: por ejemplo, es lo que ha estado haciendo la sociedad tradicional rural a lo largo de la historia. La sociedad tradicional no sólo ha dejado una huella indeleble en la naturaleza, no sólo ha “construido” el paisaje, sino que lo ha hecho con la utilización de criterios ecológicos: entre otras razones, porque se le iba la vida en ello. Las laderas abancaladas, por ejemplo, uno de los más claros exponentes, son un magnífico sistema para retener el suelo y dificultar la erosión.
Casi sin excepción, lo que vemos hoy son paisajes construidos por el hombre, desde los primeros pobladores (Edad del Bronce, iberos, romanos, árabes…) hasta nuestros abuelos o nosotros mismos. A veces, con sentido ecológico y con armonía. Otras veces, no.
Porque, si existe “ecoconstrucción”, hemos de aceptar que también existe “ecodestrucción”. En cierta manera, es lo que está ocurriendo actualmente con el abandono de los sistemas de defensa contra la erosión de la sociedad tradicional (bienvenidos sean los proyectos de recuperación del “paisaje de la piedra seca”). En contrapartida, ganan los procesos naturales de regeneración de la vegetación, al disminuir la presión sobre el bosque. En síntesis, en muchos territorios de montaña se han invertido actualmente los procesos: ganan la ecoconstrucción natural y la ecodestrucción antrópica.
Los paisajes están mutando continuamente, en función de la mayor o menor presión del hombre sobre ellos. Ahora bien, no podemos aceptar que, puesto que al final todo es paisaje, “todo vale”. Está en nuestras manos potenciar los criterios ecológicos en nuestras decisiones, así como elegir el grado o proporción de las componentes naturales y antrópicas. Una nueva mina de arcilla a cielo abierto o una nueva estación de esquí formarán parte, evidentemente, de un nuevo paisaje. Pero, desde luego, no serán un ejemplo de ecoconstrucción.
Alejandro J. Pérez Cueva es miembro del Colectivo Sollavientos.