Paseo por Torla y Aínsa

Se levantaron temprano. Había llovido durante la noche. Iban a hacer una excursión a Ainsa, la villa medieval, capital del Sobrarbe, levantada en la unión de los ríos Ara y Cinca.

Antes de comenzar la excursión dieron un paseo por las calles de Biescas. Los olmos aún chorreaban y la calle echaba vapor como relumbrantes retales de seda, imposibles de atrapar pero que, no obstante, tejían una brillante alfombra a sus pies. El perfume de la tierra era casi embriagador. Las hojas y flores mojadas relucían cuando les daba el sol.

Marina conducía atenta a las curvas del camino. Elliot contemplaba el paisaje. Era otoño y en aquellos valles, los árboles habían empezado a desnudarse, todavía sorprendían los colores encendidos. Pasaban hojas volando. Dejaron a un lado el barranco de San Bartolomé, el del Infierno, el lecho del río Sía. En lo alto de una loma Yesero, rodeado de una arboleda como una paleta de bronces y dorados, un desafío de la naturaleza al color y la belleza.

Hacen un alto en el camino para visitar Torla y hacer un pequeño recorrido por sus casas señoriales de grandes portalones, ventanas ajimezadas, tejados de pizarra y típicas chimeneas de lugares de montaña, algunas son como guardianes vigilantes con sus ojos profundos y oscuros. Su casco antiguo conserva sus raíces medievales y su pequeña iglesia de estilo gótico tardío, con una bella portada románica.

El nombre de Torla se atribuye a una derivación de «Torre», en referencia a la torre defensiva que existió para defensa del valle frente a las incursiones desde territorio francés en la época de Juan II de Aragón. Esta fortaleza se supone construida donde hoy se encuentra la hermosa Iglesia románica.

Caminan por la pradera de Ordesa despacio sin perder ritmo hasta un hayedo, disfrutan de la soledad del paraje. Al respirar su aliento forma nubecillas de vapor flotantes. Un manto de tonos marrones y rojos cubre el suelo y las copas de los árboles. Todo es quietud y serenidad a su alrededor.

Elliot tiene muy buen oído y oye los montes y la cascada y los altos árboles que se alzan en el monte, cuando se ponen a hablar entre sí con secretos y susurrantes voces. Marina le explicaba mil historias de las montañas, las flores, los árboles y los ríos, le hablaba de los elfos bailarines de los lagos a la luz de la luna, y de la bruja casada con el pastor que sabía embrujar a la gente y al ganado. De Hécate la diosa hechicera, “Reina de los fantasmas”; de Médea sacerdotisa de Hécate y bruja con rasgos chamanes entre los griegos, enamorada y traicionada, colérica y tierna, vengativa y desesperada; de Circe y su gran poder de encantamiento. De los tritones, bellas princesas, que sólo moraban en las aguas de los riachuelos esperando al príncipe salvador.

Llegaron a un bosque nemoroso y húmedo, y suspendida la bruma entre los árboles creaba bellas figuras moldeadas delicadamente por el viento y la lluvia; Siguieron la marcha por los senderos perfumados y abruptos, hasta que vieron saltos de agua espumosa y fría. Aquel ambiente de canto de pájaros y brisa perfumada les agradaba.

Regresaron de nuevo a la carretera camino de Aínsa. Dejaron a un lado el río Sorrosal, el barranco de las Guarjas y por fin Aínsa, la villa medieval que en otro tiempo estuvo amurallada y para acceder al interior se debía entrar por una de sus ocho portales. Cuenta la historia que alrededor de las montañas de Jaca se refugiaron las gentes que huían de la dominación musulmana y al mando de Garci-Ximeno se organizaron militarmente y se lanzaron a la conquista de Aína. Según la leyenda la batalla fue ganada con la ayuda de una cruz luminosa aparecida misteriosamente sobre una carrasca, señal que animo a las tropas cristianas a reconquistar la villa. En la actualidad en el escudo de la Comunidad se muestra la carrasca con la cruz en su copa.

Subieron fatigosamente las escaleras de piedra que conducen al barrio antiguo, hay un acusado desnivel del Aínsa moderno al Aínsa antiguo. Hacía frío con jirones de nubes altas en el cielo azul.

Llegaron a la plaza por la calle Mayor. Es una hermosa plaza porticada de los siglos XII y XIII en ella se celebran mercados y ferias medievales. Al fondo de la plaza los restos de las murallas del castillo de L´Aínsa con la Torre del Homenaje (s. XI),; el aspecto actual de la fortaleza responde al de la ciudadela mandada construir por Felipe II, dentro de su política de fortificación de las más importantes plazas pirenaicas, como prevención ante posibles incursiones francesas. En la gran explanada el monumento a los fueros de Aragón.

La iglesia parroquial está puesta bajo la advocación de Santa María, es uno de los templos más sobresalientes de todo Sobrarbe, caracterizándose por su sobriedad y desnudez.

Su construcción se inicio a finales del s. XI y debió terminarse en la segunda mitad del s. XII. El interior es sobrio, en el presbiterio hay un Cristo de talla moderna y una Virgen policromada del siglo XIV. Suena música sacra. La torre desempeño un doble papel religioso y militar como torre vigia dado su óptimo emplazamiento. Desde la parte superior se divisa un magnifico panorama: montañas con nieves tempranas y el horizonte se pierde en arboledas inmensas como un mar de rojos y dorados.

Marina habla con tranquilidad dirigiéndose a Elliot, pronuncia cada palabra con mucha decisión como si hubiese preparado su discurso mientras pensaba en las grandes batallas que se desarrollaron en aquellos parajes. Guerras crueles, dice, perversión de mentes y fracaso de las ideas: el respeto, la compasión y la prudencia. Don Pelayo, el caballero Rolando y sus guerreros cristianos luchando con la Cruz y la espada; los guerreros musulmanes en nombre de Alá y su recompensa en el Paraíso rodeados de huríes; los wikingos, los héroes que tras su muerte en la batalla serán conducidos por las walkirias a su palacio del Walhalla. Elliot se percató de la emoción que la había embargado mientras pronunciaba sus palabras. La miró profundamente con sus ojos grises y limpios. Estuvieron callados durante un largo rato en la soledad del soñador, que se cuenta historias a sí mismo en una isla desierta.

Después de descansar sentados en la plaza envueltos en sus chaquetones, caminan despacio hacia la “Cruz Cubierta”, Templete de planta circular construido en 1655 como monumento conmemorativo de la batalla de la reconquista de l´Aínsa a los musulmanes. En su interior cobija una representación en piedra del árbol y la cruz de Sobrarbe, primer cuartel del escudo de Aragón. Más allá la infinitud.

La noche se cierne sobre Aínsa, las flores se fueron apoderando del color del sol y la noche extendía sobre ellos ebúrneas capas. Elliot alzó la mirada hacia la luna, una esfera de mil blancos y marfiles relucientes, la luz de las estrellas plata pura contra el violeta oscuro del firmamento. La oscuridad deslumbraba.

La noche exhala olor a boj, a tierra, a silencio vestido de nube y color de sueño, se escucha el susurrar del viento y el murmullo mágico y plateado de las aguas del río Ara.