30/03/2013

La PAH y la brecha en el régimen

Fuente: elmundo.es

Fuente: elmundo.es

Los opinadores del régimen han creído encontrar en los escraches el filón para atacar la credibilidad de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Y tal vez, en otro momento, hubiera podido funcionar. Tal vez en otro momento donde la injusticia no era tan evidente; tal vez en otra época donde la gente no sentía auténtico temor por el futuro. Pero ahora no. Las acusaciones de «kale borroka» o de «ser como la ETA» han sonado tan ridículas que los mismos que las han lanzado parece que se han callado, y sólo los más acérrimos reaccionarios y defensores acríticos del gobierno persisten en esa patética asociación de ideas.

Y es que hay muchos que aún no se han enterado de que la psicología del país está cambiando. Lentamente, el pueblo va dando saltos… saltitos si se quiere, de conciencia. Ya no vale apelar al estado de derecho cuando es patente que rigen leyes injustas que benefician a las élites. Ya no vale agarrarse a la constitución cuando la parte de los derechos sociales es papel mojado y cuando la reforma express de PP y PSOE la vació de contenido. Ya no se puede recurrir a la legitimidad democrática cuando este gobierno ha hecho lo contrario de lo que prometió en campaña electoral; no cuela llamar «violencia» a gritar a unos diputados mientras los antidisturbios echan a familias de sus casas… u otros prefieren matarse a verse en la calle.

Todos los consensos que han regido la opinión oficial de España estos últimos treinta años están saltando por los aires. Cada vez hay que echar más madera a la máquina propagandística que intenta mantener la ilusión de que esta plutocracia es una democracia de verdad. Y por eso lo de arriba -o los de enfrente- están tan nerviosos. La PAH está abriendo una grieta tan grande en el sistema que amenaza con hacerlo caer. La contradicción que el problema de los desahucios ha puesto sobre la mesa es la siguiente: lo decente es la dación en pago retroactiva, pero los voceros del sistema económico dicen que eso sería el colapso, el caos. Entonces el pueblo se encuentra de forma clara y diáfana con que respetar los derechos humanos representa el colapso del capitalismo. Ante esta disyuntiva, una persona puede inclinarse por la resignación o por el cambio de sistema. Pero ambas opciones suponen el fin del espejismo, la constatación de que el sistema es perverso e inhumano, y que democracia y capitalismo no son compatibles.

Esto es lo que la PAH ha puesto de relieve ante la opinión pública. Esta es la brecha abierta en el casco del régimen; queda por ver cuanta gente apostará por saltar del barco y cuanta optará por aferrarse al mástil mientras se hunde. Las élites, que nunca han confiado en el pueblo, se temen lo peor. Y tienen razones para el miedo.