A Andalán
Con Andalán conocí el sabor amargo de la tierra que no se elegía. Asimilé que los tiempos cambiaban porque leía artículos vivos, incluso de los que se referían a los muertos. Leyendas e historias permitían casi ver un futuro real que ahora ya es presente. No se trata de volver con los recuerdos, sino de no caer en los mismos errores. No es baladí que este soporte informativo fuese de mano en mano, de ojos en ojos y que, aunque no fue mayoritario, acabase por sembrar dudas a los «malos» y optimismo al resto. Pasó ese tiempo, adornado de miedos y de ilusiones. Por ello, Andalán debe ser una referencia de quienes descartan la mediocridad, de quienes apuestan por el compromiso y la memoria como factores de desarrollo social e intelectual de la persona y del grupo.