Patrimonio, etnografía y pedagogía. Pasión por lo cotidiano
Las Memorias fin de carrera y objetos etnográficos aportados con ellas por titulados de la Escuela Superior del Magisterio (1909-1931) son el germen de la colección del Museo del Pueblo Español (futuro MEN). Con la Memoria de Máxima Oliver Royo, técnica ayudante de Luís de Hoyos, ingresaron en 1929 las primeras cincuenta piezas turolenses.
La ciudad de Teruel será la sede del Museo Etnográfico Nacional, albergue, entre otros fondos, de los que con entusiasmo, rigor científico, paciencia, gran dosis de ingenio y sabia humildad reunieron a principios del siglo XX un grupo de profesores encabezados por D. Luís de Hoyos Sainz que entra en la antropología física a través de las Ciencias Naturales y por sus estancias científicas en Francia, Alemania, en la todavía incipiente Etnografía. De este modo concluye que el estudio de los rasgos físicos ha de completarse con el conocimiento de los aspectos culturales y sociales de las distintas zonas del país, y en estrecha colaboración con Telésforo Aranzadi, plantea por un lado los primeros trabajos de metodología etnográfica sobre temas concretos relacionados con las formas de vida cotidiana y, por otro, el proyecto del Museo Etnológico Español al que dedicó casi toda su vida con auténtica pasión.
Fue la docencia en la Escuela Superior del Magisterio (1909), lo que le permitió unir la aplicación del método etnográfico y los nuevos enfoques pedagógicos europeos, consiguiendo de 1914 a 1931 que muchos alumnos de toda España dedicasen sus memorias fin de carrera a recoger datos y materiales, origen de la futura colección museográfica.
Con el sistema Cartas-Cuestionario iniciaban el trabajo de campo en el propio terreno. Nada mejor para concienciarse de la riqueza y valor patrimonial e histórico de los conocimientos populares y evitar su destrucción conservando siquiera una muestra que, por falta de medios, fuera donado gratuitamente. Y nadie mejor que los maestros para transmitir esos valores a la población. Con los mismos fines, Hoyos enviaba esas Cartas a todos los rincones geográficos e institucionales del país. ¡Un modelo de concepción del Patrimonio Cultural, difusión, participación colectiva y economía!
Una de las Memorias fue la de la maestra turolense Máxima Oliver Royo (Ladruñán 1898- Madrid 1982) publicada el pasado septiembre por el Departamento de Educación y Cultura del Gobierno de Aragón y el Museo Pedagógico de Aragón.
Máxima Oliver, maestra ya en ejercicio, accede a la Escuela Superior en 1925; en 1927-28 decide aplicar los Cuestionarios elaborados por Hoyos y Aranzadi para realizar su Memoria sobre las Creencias, prácticas, trajes usos y costumbres de la provincia de Teruel y reflejar aspectos de la vida cotidiana en la provincia a principios del siglo XX, costumbres que marcan la vida de sus habitantes y repercuten en todos los ámbitos de su conducta social e individual. Encontramos así supersticiones y creencias relacionadas con el ciclo vital, estrategias de matrimonio, usos diversos de los recursos materiales, rituales colectivos religiosos o profanos, indumentaria, apuntes sobre alimentación, cerámica y formas lingüísticas turolenses que confirman el indisoluble lazo de hombre y entorno.
¿Cómo obtiene las informaciones, fotografías y otros materiales que preceptivamente debían acompañar al estudio? La respuesta la dan los Anexos. Como otros condiscípulos, Máxima tejió una red de familiares y amigos, encuestadores-corresponsales in situ, a quienes encargó la primera recogida de datos y objetos que comprobaría durante sus visitas vacacionales.
De este modo y sin saberlo, a través de las aproximadamente 50 piezas de indumentaria, cerámica o cobre y otras tantas fotografías, hizo partícipes indirectos de la construcción museográfica a cuantos con su generosa donación e información colaboraron, y fueron sus aportaciones los primeros materiales turolenses que, en 1929, ingresan en la colección.
La lectura del original permite adivinar que la autora pensaba seguir profundizando y ampliando áreas de trabajo hasta completar el conocimiento etnográfico de la provincia, gracias a un futuro profesional que, desde 1930, incorporada en el equipo de Luís de Hoyos como ayudante de cátedra y técnica del Museo, se enfocaba hacia la investigación. Pero la guerra civil truncó todo el proyecto.