02/03/2017

Los partidos dinásticos al final de la Dictadura de Primo de Rivera

Los partidos dinásticos del turno político del sistema de la Restauración –conservadores y liberales- estaban realmente muertos al terminar la Dictadura de Primo de Rivera. En realidad,  llegaron muy deteriorados al golpe de 1923, escindidos en fracciones vinculadas a distintos líderes desde hacía mucho tiempo, desde la muerte de Cánovas y Sagasta en el cambio de siglo. Muchos de sus cuadros ingresaron en la Unión Patriótica, mientras que algunos destacados personajes sufrieron la represión del régimen, como la padecida por Sánchez Guerra, Santiago Alba y el conde de Romanones, ya que muchos componentes de ambos partidos no aceptaron nunca que se terminara con el sistema constitucional.

Romanones

Romanones (Wikipedia)

Al terminar la Dictadura, ambos partidos intentaron resurgir y reconstruir su influencia electoral, basada en el caciquismo, pero las circunstancias políticas eran muy adversas para resucitar maquinarias políticas ya obsoletas, a pesar de que en el campo siguieron teniendo mucho poder como lo demostrarían los resultados que se sacaron en las elecciones municipales de abril de 1931, algo que debe ser tenido en cuenta para matizar bien el proceso que llevó a la proclamación de la República. Por otro lado, retornaron las viejas divisiones, acrecentadas ahora por las distintas visiones que sus líderes tenían sobre el período de transición política y sobre el futuro de la Monarquía.

Destacados personajes del sistema político monárquico iniciaron un intenso debate sobre el futuro. Unos, siendo monárquicos, como Sánchez Guerra, criticaron abiertamente la actitud de Alfonso XIII, mientras que otros, como Ángel Ossorio, Niceto Alcalá-Zamora y Miguel Maura, se declararon por la salida republicana desde posiciones moderadas, encabezando una derecha democrática que pretendía desligarse de los peores modos políticos del sistema de la Restauración. Otros, como Romanones aceptaron participar en los intentos de normalizar constitucionalmente la Monarquía. Por otro lado, las bases sociales del antiguo sistema de partidos estaban abandonando masivamente la causa monárquica. La clase media española estaba inclinándose por la República, habida cuenta del desprestigio de la Monarquía, que sin traer la Dictadura, había vinculado su suerte a la misma, y ahora pretendía regresar a la normalidad constitucional.