25/04/2019

Libros por San Jorge

Mariano Gistáin nos llena siempre de expectación cuando anuncia un libro. Este joven sesentón “Blasillo” trabajó en El Día, El Periódico y actualmente lo hace en el Heraldo, 20 minutos y Letras Libres; hizo un delicioso programa en la tele aragonesa (“No me esperes a cenar”), biografió a Perico Fernández, publicó relatos mágicos (“El polvo del siglo”, con prólogo de José Antonio Labordeta; “La vida 2.0”) y novelas futuristas (“La mala conciencia”, “El hombre virtual”), coordinó la sensacional colección “Los caballos no compran periódicos”, estudió el fenómeno musical “Florida 135. Cultura de Club”, y se adentró en locuras imaginarias como “El entierro de Líster” (en colaboración con Roberto Miranda). El que ahora nos brinda, “Se busca persona feliz que quiera morir” (Limbo Errante, 2019), es un nuevo experimento lleno de conmutaciones y retruécanos, contenedores creativos, que mezcla ideas y sentimientos cotidianos con revoltosos razonamientos de cerebros de ensayo. Un curso narrativo que tiene mucho de thriller (no contemos la trama) y en el que afloran hechos, noticias, conceptos provenientes de una inmensa cultura. Hace casi un siglo de la gran novela fantástica “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley (1931) y ahora sale (ya disponemos de un resumen en inglés)  la nueva novela de Ian McEwan “Machines Like Me”. En ese hiato se encuentra inmerso este libro, que se disfruta a tope si uno se lo propone y desea, pero que puede dar jaquecas y dolor de estómago a quienes lo tengan frágil y poco dado a platos fuertes. Hace tiempo que le teníamos ganas: de leerle, de dar noticias suyas, de animar a nuestros lectores a hincarle el diente, pues es sin duda el principal narrador aragonés de ciencia ficción, aunque no solo. Esta breve nota tiene un envío, como los del XIX, a María Pilar Clau, esposa de Mariano, ellos ya saben por qué.

 

Olga Pueyo Dolader, la gran especialista en la obra de Gabriel García Badell, introduce magistralmente su novela “Las cartas cayeron boca abajo”  (colección Larumbe) una de las grandes suyas, autor como fue de un discurso prolongado en todos sus libros, una obsesión indagadora de vidas e ideas. Olga nos resume que en esta, ubicada en la Huesca sitiada durante la guerra civil,  “los personajes se aglutinan en torno al microcosmos que compone la Pensión Civil… la entidad social donde se irá fraguando el drama personal que acucia a los personajes y que se revestirá de los caracteres trágicos que entraña el conflicto”. Han pasado siete años de la gran novela monólogo “Cinco horas con Mario”, de Miguel Delibes, y cinco del “San Camilo 1936” de Camilo José Cela. Esta tercera comparecencia monologal (a lo largo de un discurso interminable, casi no importa quién lo pronuncia) escuchamos todos los tópicos, los temores, las ufanías, los errores vitales y culturales, de un pueblo que resume la mentalidad popular de una época, más para mal que para bien. Han pasado 45 años de la reseña que hice en Andalán, y releer este libro, que sigue haciendo justicia con un escritor “maldito”, ha supuesto para mí una experiencia vital indescriptible.

 

Otro libro nacido para ser polémico, no sé si maldito, pero de indudable interés, es el del primoroso autor de relatos y novelas, traductor excelente del francés, profesor de gran empeño didáctico, José Giménez Corbatón: “Los años de la alegría” (Prames, Las Tres Sorores), que da un giro de 180º sobre los anteriores del autor, en mi opinión ya hace tiempo “de culto”, tanto la serie de Crespol y cercanías (sierras turolenses, maquis, recuerdos de la guerra, en “El fragor del agua” y “Tampoco esta vez dirían nada”) como otra varia temática: “El hongo de Durero”, “Licantropía”, ‘La fábrica de huesos’”, “Nadadores indemnes”, “Encrucijada de miradas. El libro de mi padre”, y muchos relatos en revistas literarias y recogidos en antologías y libros colectivos. Pues bien: esta nueva, esperada entrega, nos lleva, digan lo que digan él y sus reseñistas, hasta la poderosa figura de Jesucristo como una persona que no cree en milagros, rehúye a cuantos le empujan a destinos profetizados de rango divino, vive una vida discreta, llena de pensamientos y prácticas hondamente humanos, interrumpida cuando acaba el libro, quizá sin otra continuidad. Los trazos reservados junto a él para una madre, unos hermanos, unos compañeros de viajes territoriales y mentales, dejan la sensación de que ese podría ser un Jesús asequible a quienes no creen más allá. Los nombres en hebreo (Corbatón es un gran estudioso de los mundos judíos, sefardíes), hacen la lectura algo áspera, aunque también ayudan a recrear ese mundo como más plausible. No diré más, sino recordar que cuando, en cierta ocasión, me preguntó Antón Castro en una especie de encuesta proustiana cuál era mi personaje de ficción preferido, le respondí cauteloso: “No quiero herir sentimientos, prefiero no decirlo”. Hoy sí, ya sí: era este Cristo sencillamente humano, sin los inventos y mentiras de tantos falsarios hagiógrafos, y las traiciones de tantos miles de encubiertos malvados.

 

Breves: excelente idea la celebración en Barbastro, a primeros de mayo de un congreso sobre 50 años de novela española, razones tienen. Y el libro de Jesús Rubio Jiménez, el gran estudioso del Moncayo, Bécquer y esos mundos: “Vidas reales e imaginarias en el monasterio de Veruela” (Los libros del Gato Negro). O la presentación en Zaragoza del libro del estupendo escritor e historiador riojano Jesús Vicente Aguirre, “Aquí nunca pasó nada. La Rioja 1936”, en el irónico título va resumida toda la intención y el excelente trabajo.