Made in China

Hace trece años, me faltaban dos para jubilarme como maestro, se matriculó en el colegio donde yo ejercía, hoy ya desaparecido, en el barrio de las Delicias, un alumno de origen chino. Aunque la escuela era ya muy cosmopolita con alumnos ecuatorianos, rumanos, marroquíes, senegaleses y hasta rusos, su presencia causó impacto entre sus compañeros. Su sonrisa permanente y su mirada fija intentando entender lo que le decían lo convertían en el centro de todas las miradas. Sus padres habían abierto en la avenida Navarra la primera tienda de “Todo a cien” que con la llegada del euro se convertiría en “Todo a 0’60 €”.

Hoy día, toda la avenida de Navarra y todo el paseo de Calanda están colonizados por tiendas, bares y restaurantes regentados por chinos.  Local que queda libre, allí acuden ellos con dinero en mano y en un tiempo récord lo convierten en negocio. Toda la reforma (albañilería, electricidad, decoración…) la realizan en familia trabajando intensamente más de catorce horas diarias. Y al día siguiente de terminar ya tienen el permiso de apertura. ¡Qué ágil está nuestro Ayuntamiento en ocasiones!

Con los bares ha ocurrido lo mismo. Nacidos la mayoría con la reciente apertura del paseo Calanda, y todos ellos con dueño español, poco a poco, por arte de la magia del dinero iban pasando a los chinos que prescindían de los trabajadores españoles existentes. Enseguida, el hermoso paseo, con la llegada del buen tiempo, fue colonizado por mesas y sillas que entorpecían el deambular del ciudadano dificultando hasta el sentarse en los bancos que en él existen. Con los nuevos propietarios nació la costumbre de obsequiar a los consumidores con un platillo de cacahuetes o pipas de girasol cuyas cáscaras quedaban, y quedan, en el suelo que nadie limpia.

Son muchas las veces que leemos en la prensa la deficiente calidad de los productos fabricados en China. Sus defectos en la manufacturación o la calidad de la materia prima empleada, han producido, y siguen produciendo, graves molestias en su usuarios. Unas veces son los juguetes, los bolsos o los relojes; y recientemente un tipo de calzado que producen lesiones dermatológicas y alérgicas por emplear una materia contra la humedad que contiene un componente, el dimetilfumarato, causante de dicha afección. Pero la sorpresa llega al límite cuando descubrimos que productos agrícolas, como los espárragos o los pimientos, envasados por marcas españolas de reconocido prestigio, no son cultivados en la Rioja o en Navarra, como la tradición creía, sino en tierras compradas en el país oriental para que sean los chinos quienes las trabajen, a precios mínimos, y luego  envasarlos con etiquetas españolas que, si el comprador no se fija bien, cree que proceden de la denominación de origen riojano o navarro.

La globalización actual nos está llevando a una situación esperpéntica. Creemos que lo que consumimos está contribuyendo al desarrollo de la economía española y descubrimos que marcas famosas en ropa, calzado, juguetería y alimentación, emplean la mano de obra barata de China mientras aquí se tienen que cerrar fábricas con el consiguiente aumento de paro. ¿Quiénes son los beneficiaros? ¿Qué puede hacer el consumidor para evitar este fraude? Ante todo mirar, antes de comprar un producto, ese letrerito de letra diminuta, casi camuflada, que nos indica el lugar en el que ha sido fabricado. Y luego la conciencia de cada uno le dictará el camino a seguir. Esto ha hecho que en muchas tiendas zaragozanas sus dueños hayan puesto un cartelito que dice: “Todo lo que aquí se vende está elaborada en España”. El gigante asiático crece a velocidad desmesurada y pocos gobiernos quieren enfrentarse a él aun sabiendo que sus trabajadores son explotados como esclavos. Su domino en todos los frentes va a convertir al mundo occidental en una marioneta en sus manos.