Federico Mayor Zaragoza es una de las biografías ejemplares de “nuestra” benemérita Transición. A poco que se indague, Mayor exhibe un pasado extraordinariamente nítido, eso sí, para quien lo quiera ver. Por supuesto, hay que esforzarse un poco, porque dada su suprema habilidad, cuasi genética, para la adaptación a nuevas circunstancias, Mayor Zaragoza logra, en cada una de sus múltiples reencarnaciones políticas, descorrer un tupido velo sobre las anteriores, al punto de que, en ocasiones y si no se está prevenido, consigue blindar su pasado al escrutinio de la memoria. Con toda razón, podríamos afirmar que este personaje, escurridizo y omnipresente donde los haya, pertenece a ese selecto club de expertos y técnicos de la razón de Estado, fieles servidores de ésta sin importar quién sea su dueño y su gestor: una dictadura sanguinaria o una democracia coronada y bendecida.