El tiempo de las Revoluciones, entre 1820 y 1848
Acaba de salir la última aportación de uno de nuestros colaboradores Eduardo Montagut, dentro de lo que ya se adivina como un proyecto de largo recorrido en relación con la divulgación histórica. El libro ha sido publicado, de nuevo, por Editatum en su, cada día, más presente en el mercado editorial, especialmente online, colección de “Guíaburros”. El libro se titula, El tiempo de las Revoluciones. De 1820 a 1848.
En el prólogo se nos dice que esta obra pretende estudiar el período histórico, verdaderamente intenso, protagonizado por las Revoluciones en Europa entre 1820 y 1848, y clave para entender la historia posterior.
El liberalismo, pero también un pujante nacionalismo, fueron fuerzas poderosas que cuestionaron el sistema de la Restauración, que fue un intento de recuperar el Antiguo Régimen -profundamente cuestionado por la Revolución Francesa y Napoleón- aunque con algunas concesiones a la nueva época. Por eso se ha dedicado un primer capítulo a entender las claves de este sistema pretendidamente restaurador.
Las Revoluciones parecieron fracasar, pero, en realidad, la Europa del final de la etapa que se estudia en el manual, al menos la Occidental, ya no sería la que se diseñó entre 1814 y 1815, aunque en la Europa oriental y central siguió imperando la autocracia o se basculó solamente tímidamente hacia sistemas menos absolutos. En Occidente terminaron por asentarse los Estados liberales, en su versión más moderada, con matices entre unos países y otros, pactando la alta burguesía con algunos elementos del viejo orden con el fin de asentar un mínimo de conquistas y para frenar el avance de la democracia, así como el creciente malestar social, que, sobre todo, en 1848 se pusieron de manifiesto en los procesos revolucionarios, como fue claramente evidente en Francia. Estaba naciendo el nuevo movimiento obrero, aunque se mantuvieron distintas formas de protesta social de signo preindustrial durante cierto tiempo. No debe olvidarse que 1848 es el año del Manifiesto Comunista de Marx y Engels.
Además, en paralelo a la creación de los Estados liberales y las cuestiones relativas a la lucha por la democracia y del incipiente movimiento obrero, se nos explica en el libro, cómo se fortaleció el modelo de Estado-nación en Europa occidental, con las salvedades de Alemania e Italia, que tendrían que esperar unos decenios todavía para conformarse como Estados unitarios, además de prefigurarse otros conflictos protagonizados por nacionalismos sin Estado, destacando el caso irlandés. Por su parte, en la Europa balcánica comenzaría, a partir del final de la época que aquí estudiamos, a generarse un intenso proceso de conflictos donde se ventilaron distintas hegemonías en la zona y se desarrollaron los deseos nacionalistas de distintos pueblos, y que culminaría en la Gran Guerra.
Como colofón diremos que la guía tiene la virtud de plantear cuatro cuestiones fundamentales del período: el liberalismo, el nacionalismo la democracia, y el inicio del movimiento obrero como factores cuestionadores, cada uno según sus propios fines, del orden establecido, y con resultados también diferentes.
Sí echamos en falta que estos libros no sean más largos, aunque esa parece la política de la editorial. La Historia da para tanto, aunque, por otro lado, se puede correr el peligro de plantear un libro muy largo y que no se lea.